𝐋 𝐃𝐈𝐀 𝐇𝐀𝐁𝐈́𝐀 comenzado gris para Emily. Desde el momento en que se levantó, todo parecía ir mal. Primero, se le hizo tarde para la escuela porque su alarma no sonó, luego derramó café en su uniforme y, para colmo, olvidó un importante trabajo en casa. A lo largo del día, una serie de pequeños incidentes la fue desgastando, haciendo que su ánimo se fuera por el suelo. Cuando llegó la última clase del día, Emily se sentía agotada y frustrada.
Al salir de la escuela, caminó lentamente hacia su casa, sus pensamientos pesados y su corazón cansado. Pero al llegar, algo inesperado la sorprendió. Justo frente a la puerta de su casa estaba Coop, esperándola con una gran sonrisa en el rostro.
—¡Sorpresa! —exclamó Coop, sosteniendo una bolsa con su mano izquierda y una flor en la derecha.
Emily parpadeó, sorprendida de verlo allí.
—Coop, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó, su tono revelando tanto su asombro como su gratitud por la presencia inesperada de su amigo.
Coop levantó la flor y se la ofreció con una sonrisa.
—Parecías necesitar un poco de ánimo, así que pensé en hacer algo especial para ti. ¿Quieres salir a caminar un rato?
Emily tomó la flor, una pequeña margarita, y no pudo evitar que una sonrisa tímida se asomara en sus labios. La simpleza del gesto la conmovió profundamente.
—Claro, me encantaría —dijo, sintiendo que su día empezaba a mejorar.
Coop la llevó a un parque cercano, uno de esos lugares donde siempre parecía haber un espacio tranquilo para hablar y pensar. Mientras caminaban, Coop sacó de la bolsa una caja de sus galletas favoritas, las que sabía que a Emily le encantaban.
—Pensé que esto también te podría alegrar el día —dijo, entregándole la caja con una expresión que combinaba seriedad y alegría.
Emily lo miró, sorprendida por lo atento que había sido.
—No tenías que hacer todo esto, Coop —dijo, sus ojos brillando ligeramente— De verdad, gracias. No sabes cuánto lo necesitaba hoy.
Se sentaron en un banco bajo la sombra de un árbol, disfrutando del aire fresco y las galletas. Durante un rato, solo hablaron de cosas triviales: la escuela, las próximas ideas para el canal, e incluso algunas anécdotas divertidas del día. La presencia de Coop estaba logrando lo que nada más había conseguido ese día: hacer que Emily se sintiera mejor.
Después de un rato, la conversación se tornó más personal. Emily había estado guardando un pequeño secreto que ya no podía contener más. Sabía que este era el momento adecuado para decirlo.
