Confesiones y secretos

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Al día siguiente me sentía bastante agotado y dolorido. Quería olvidarme de lo que había pasado ayer pero la zona de mi cadera me lo estaba recordando a cada rato por las duras –y dulces – embestidas que Naruto me había dado. Pero más allá de lo físico, casi no había podido conciliar el sueño por haber estado pensando durante toda la noche acerca de las consecuencias que podría conllevar lo que hicimos.

Sí, me preocupaba. Y mucho...

Y realmente estaba poniéndome muy ansioso por todo esto. Pero no había mucho que pudiera hacer más que desear tener la suerte de nuestro lado...

A eso de las 10.15 me levanté de la cama y lo primero que hice, luego de alistarme correctamente, fue dirigirme hacia la sala en busca de Naruto. Quería saber cómo se encontraba y si había podido dormir al menos un poco.

Además, habíamos quedado en que hoy iríamos al centro del pueblo para almorzar juntos. Así como una primera cita formal, lo cual me tenía sumanente entusiasmado.

Llegué a la sala, pero no lo hallé por ningún lado. Las mantas estaban perfectamente acomodadas, todo se encontraba muy silencioso, y no había ninguna señal de él.

Qué extraño...

Es evidente que se había ido, pero ni siquiera se había despedido.

—Buenos días, cariño —escuché que me saludaba mi madre a la vez que se dedicaba a secar una taza.

—Hola...

Al verme buscar con la mirada a Naruto, dejó la taza a un lado y volvió a hablar.

—Tu amigo se fue temprano. Creo que tenía un asunto importante que atender...

—Oh...—agaché la mirada, desanimado —. Ya veo

—Seguro volverá más tarde —intentó alegrarme —. Ahora intenta disfrutar del día. Pronto se terminarán las vacaciones y tendrás que regresar a las obligaciones.

Ella tenía razón. Debo aprovechar los días que me quedan de paz y evitar preocuparme demás por cosas absurdas. Además, seguramente había una buena razón para que Naruto se haya ido sin decirme nada, ni a dónde necesitaba ir tan temprano o lo que fuera que haya ido a hacer con tanta urgencia...

—¿Estás bien, Sasuke? Te noto apagado.

Asentí al instante.

—Estoy bien. Es sólo que dormí poco.

—Duermes muy poco últimamente. Te hará mal, hijo.

Suspiré con pesadez, y le dije que no debía preocuparse por eso, que seguramente ya volveré a descansar mejor.
Ella pareció relajarse (aunque poco convencida) y, al querer levantarme más el ánimo, me pidió que me sentara a la mesa para tomar el desayuno que me había preparado hace unos minutos atrás.

Obviamente no iba a negarme.

—¿Papá aún duerme? —pregunté tras acomodarme en una de las sillas, dejando caer mi cabeza sobre las palmas de mi mano al apoyar los codos sobre la mesa.

—Sí —ella sonrió con suavidad y me alcanzó el desayuno —. Así que podremos aprovechar para hablar tranquilos, ¿no crees?

Me tensé al oír aquello. ¿Hablar de qué? ¿A qué se refiere? ¿Acaso se habrá dado cuento de que anoche había tenido sexo con Naruto? No. No puede ser eso, sino estaría regañándome sin dar vueltas.

Aún así no quería quedarme a averiguarlo...

—Estoy un poco agotado ahora...—fue mi intento por escapar de la situación, la cual de seguro sería muy incómoda.

NaruSasu: Eterno Amor de Verano [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora