Capítulo VIII

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Mía Galti…”Game Over

Después de un maratón fingido, llego a casa. Saco las llaves para entrar, sin embargo, si pretendo que respeten mi espacio, tendré que empezar por respetar el espacio de ellos dos. Me cuesta no entrar con mi llave, respiro profundo hasta que mi mano derecha sola se desliza hasta timbre escandaloso que adorna el marco de la puerta. Se escucha la voz rasgada de "Bonnie Thayler" y la de mi madre cantando "Total eclipse of the hearts".    
Sonrío... ¡Es nuestra canción preferida!—afirmé y solo imaginar que mi padre pueda estar ahí...se me apaga la sonrisa y es cuando anhelaría poder ser un fantasma…solo por pasar desapercibida.

— ¡Mía! Que haces ahí parada como si fueras visita ¿ehhhh?

— ¿Puedo pasar…mamá?—con una risa idiota le dije a la mujer que prepara mi elixir preferido.

—Claro mi niña, solo que no me acostumbro a que te hayas ido de casa—arropándome entre sus alas de ángel dijo entre sollozos mi madre.

Entramos a mi refugio preferido. Nos sentamos en la enorme sala de estar. Mi madre baja la música al ver que mi cara refleja sentimientos encontrados. — ¿Creo que un café no vendría nada mal?—dije echándome en la butaca como de costumbre.

Ella no se niega; se levanta y deslumbra el camino a su felicidad: la cocina. Siento un olor a galletitas de chocolate recién salidas del horno.

— ¡Dios, mamá!…no llevo ni una semana fuera de casa, y ¿ya estás jugando sucio?

Ignorando mi pregunta siguió su discurso…

— ¿Mía, cómo te fue hoy en el campus?—casi gritando preguntó mi madre desde la cocina.

—Supongo que bien. Mañana tengo que estar temprano en la Editorial “Letras Eróticas”, voy a trabajar con el editor más popular de la Isla, Matías Demetrius.

—Mía, mí Mía…ves que todo llega mi niña, solo es tener un poco de paciencia. Sentémonos que tenemos que hablar.

Creo que aún es muy pronto para saber qué debo hacer con el secreto de mi padre. En algún momento ella tiene que saber que no es el “hombre perfecto” ¡Joder!…es mi padre, llevo veintidós años creyendo que es el tipo de hombre que desearía encontrar después de mi desgracia...y me viene a fallar en mis ¡propias narices!

Mi cabeza a mil por horas y la mirada profunda de mi madre, hace que me sienta aún peor. Mi raro y perfecto diario es testigo de las grietas de mi alma, por lo me duele no decirle la verdad de por qué salí de mi casa sabiendo que los que les dijera les valdría madre.

— ¡Mamá estoy bien, en serio!—evitando su mirada le dije…

Ella río a modo de respuesta.

—Mía, ¿sabes qué tiempo estuviste acá dentro?—preguntó mi madre tomando mi mano, colocándola junta a la suya encima de su vientre.

—Supongo que nueve meses, ¿no?—dije a la vez que mis ojos bebieron de su propia cascada.

En las últimas 72 horas las sorpresas no escampaban en la vida de Mía. Ella estaba dispuesta a conocer un poco más a Thiago, a pesar de que sabía que Andrea Ruffo no le dejaría el camino nada fácil. 

Aprovecho el momento y me paso del butacón para donde está sentada mi madre. Me recuesto como solía hacer cada vez que le quería decir algo y no sabía cómo hacerlo. Ella acarició mi cabello rebelde por las ondas naturales. Sus manos son un bálsamo para la agonía de estar escondiéndole algo tan importante.

»Sombras de un Demonio»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora