La mujer mandó a los criados a marcharse cuando la puerta de entrada a la enorme mansión Ednes la acunó entre sus tinieblas. Las antorchas refulgentes en tonalidades doradas le indicaron que realmente estaba ahí. Su valija de equipaje estaba a sus pies, pero sus ojos castaños se perdieron en el interior de la chimenea. Habían pasado años desde que Natalie había puesto un pie en aquella espeluznante mansión terrorífica. Y no era que la estructura atemorizara...lo que realmente le helaba los huesos, la sangre y las entrañas, era saber que su dueño era el mismísimo Valliot Ednes, jefe y dueño de los despiadados Gounsters, aliado primordial de los demonios y jefe regente de ambas especies, pues Grofford Jedenth no tenía tanta sangre fría como su colega y mejor amigo Valliot Ednes.
Natalie avanzó un paso, acariciando cuidadosamente la losa de mármol blanco...recordó las viejas peleas al interior de aquella mansión, el cómo aquel suelo pálido se había teñido alguna vez con su sangre, y sonrió, con tanta nostalgia, recordando el hecho de aquellas inolvidables batallas, cuando era joven, cuando pelear por un hombre estaba a la orden del día y tener hijos era lo más deseado por las mujeres. Pero ahora...ahora que sus muertos hijos descansaban en alguna solitaria tumba desconocida para ella, ahora lo importante no era pelear por hombres o parir niños, lo importante era saber de qué lado estaba y de qué lado convenía estar para no morir, no en los próximos miles de años, pues Natalie sentía su inmortal sangre correr velozmente por sus venas.
Su corazón se aceleró con cada pasó que daba hasta dirigirse a las escaleras. La oficina de Valliot Ednes se dejaba entrever por los barrotes altos de las prominentes escaleras en forma de caracol. Natalie tomó aire y se dispuso a subir, uno a uno, los angostos peldaños que la separaban de su inevitable destino junto a Valliot Ednes.
Llamó suavemente a la puerta mientras sus pensamientos, recuerdos y sentimientos antiguos se enredaban en una maraña sombría dentro de su cabeza. La masculina y aterradora voz de Valliot Ednes en el interior le indicó que pasara.
Juntó dentro de sí misma toda la fuerza que los años le habían dado. Le gustaba fingir ser quien no era de vez en cuando, en el mundo mortal. Alguna estrella de cine o escritora famosa, cosa que realmente no era. Así que le resultaría tremendamente sencillo convencer a Valliot Ednes de que era una gran y fiel aliada a la causa de su matanza angelical.
-Valliot Ednes-la seductora voz de Natalie Hokwood penetró los oídos del hombre, quien alzó la oscura mirada para mirar a la mujer, que entraba lentamente por la puerta de su oficina. Valliot no sonrió, cosa que la mujer ya se esperaba de antemano, pero algo dentro de ella le indicó que el hombre no solo estaba complacido de verla, sino que estaba algo excitado con su llegada.
Natalie sí sonrió, permitiéndose abrirse al hombre y a la maraña de oportunidades, tendidas ante ella como un amplio manojo de cartas, extendidas únicamente a una causa: la suya.
-Cuánto tiempo-la rasposa y grave voz del hombre sentado ante ella le indicó que en realidad estaba sucediendo, realmente estaba ante el hombre que le había arrebatado la vida a su mejor amiga. Maddison Ednes estaría en algún lugar, vagando sin cuerpo, cargada de una noble alma.
-Hace tanto que no tenía el grato placer de ver a Valliot Ednes-Natalie inclinó la cabeza, sentándose elegantemente en la silla frente al escritorio del hombre. En un delicado movimiento premeditado se cruzó de brazos-Tal vez desde que el pequeño tendría unos diez años-concluyó la mujer, refiriéndose al único hijo de Valliot y Maddison.
-Llevamos años ocupados Natalie-el hombre hizo un ademán con sus delgados dedos viejos, como si pretendiera restarle importancia a lo que fuera que la mujer hubiese estado haciendo en los últimos años-Los ángeles, mi hijo y la llegada de Maya Dyner-Valliot se encogió de hombros. Sus rizos negros dejaban entrever las canas salidas a causa del paso de los años. Natalie sabía que los días de Valliot Ednes no solo estaban contados, sino que se avecinaban en torrente. La guerra estaba tan cerca que casi podía palpar la tumba de Valliot. Pero se obligó a no pensar en la pronta muerte del hombre, sabía que necesitaban tiempo, ambos, para confiar el uno en el otro, y pensar en cómo moriría no era del todo amigable de su parte.
-Desde la muerte de mis hijos-continuó Natalie, bajando la mirada. -Nada ha sido lo mismo.
-Lo entendí en la carta-admitió el hombre. Sus dedos pálidos tamborileaban en la superficie del escritorio. Montañas de papeles estaban esparcidas sobre él, ordenadas tan pulcramente como solo un psicópata tendría su oficina. Natalie lo perforó con la mirada. Sus negros ojos eran tan fríos y penetrantes que cuando los encontraba un escalofrío inundaba su cuerpo. -Garnet Srieet ¿no?
Valliot sonrió maliciosamente y Natalie le regresó la misma fingida sonrisa.
-Ya nos estamos entendiendo-susurró Natalie, sintiéndose por primera vez fuerte.
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MITADES DE ÁNGEL- EL RETORNO DE EDNES ©
Fantasy¿Qué pasaría si descubres que un hombre robó tu memoria y olvidaste a tu primer amor? ¿Qué pasaría si tu primer amor finge ser alguien que no es, se gana tu confianza, y te entrega a tu mayor enemigo? ❌PROHIBIDA SU COPIA Y/O ADAPTACIÓN❌