CAPÍTULO 15: HENRY Y HARRY

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La capa azul zafiro revoloteó en medio del vuelo, como un ave fugitiva huyendo de su fiera, asesina, cuando Henry dio una voltereta, aterrizando junto a su gemelo Harry, quien sostenía una espada afilada y brillante por donde la gruesa capa de su hermano había rozado al saltar de espaldas sobre el filo. Sus pesadas botas de cuero golpearon la loza de mármol cuando sus pies se posaron sobre ésta.

La sala de armas estaba rodeada de sonidos de cuchillas perforando la diana del fondo, pues Madelle, la chica de cabellos escarlatas, lanzaba con una mezcla de delicadeza y furia sus dagas contra la pesada madera despostillada, mientras los gemelos, a su espalda, jugaban con el acero viejo de Greefen.

Harry se levantó de un brinco, lanzando la espada contra el techo, esperando que su gemelo la tomara en el aire. Los dedos de Henry se cerraron en la empuñadura, arrodillándose en el suelo justo a tiempo para que Harry diera una pirueta sobre el filo, tal como su hermano había hecho. Cuando Harry aterrizó junto a Henry, Madelle se giró y lanzó una de sus dagas, refulgiendo en fuego rojizo, contra ambos gemelos. Henry alzó la mano y tomó la daga por la empuñadura, deteniéndola en seco.

-"Necesitarás más de mil años antes de que puedas matarme"-la voz de Henry perforó los pensamientos de la chica, quien le sonrió con malicia, acercándose lentamente con sus largos cabellos moviéndose a cada paso que daba hasta cerrar su mano sobre la de Henry, para robarle el arma que en un principio había utilizado para atacarlo.

El carismático Henry le tendió con caballerosidad el arma, con las llamas rojizas rodeando el delgado filo mortal. Cuando la chica sacudió la daga con suavidad, las llamas desaparecieron, dejando en su lugar una hoja de metal brillante.

-Queremos mostrarte algo Madelle-dijo Harry poniéndose en pie, su cabello castaño reflejó las antorchas esmeraldas cuando dejó la espada de Greefen en el muro de armas. En su lugar, tomó su conocida y pesada ballesta brillando en metal negro.

- ¿Tu ballesta? -preguntó Madelle, algo divertida.

Harry la miró con ojos maliciosos y negó la cabeza. Henry, aun en el suelo, extendió la mano y su gemelo leyó su mente, acto seguido le tendió a su gemelo el extenso tridente afilado en las tres puntas.

Desde que Henry era pequeño, su obsesión por el dios Poseidón creció a tal grado de que Garnet mandó a hacerle un pequeño tridente con los herreros de la ciudad del exilio, mientras los gemelos fueron creciendo, la directora fue aumentando el tamaño de sus mortales armas.

Henry se puso en pie apoyándose en el tridente y se dirigió a la puerta.

-Ya lo verás-susurró Henry, abriendo la puerta de un tirón y dándole paso a una despeinada Madelle.

El reflejo de la luz del día, sumergido en la nieve, perforó los castaños ojos de Henry, quien tuvo que obligarse a cerrarlos de golpe, guiado solamente por el tridente que arrastraba contra el suelo.

La reja del santuario apareció frente a ellos, tan imponente como el mismísimo bosque que comenzaba justo al abrir ésta.

Henry estiró la mano hasta los pliegues de su oscura capa, tanteando sin ver realmente en dónde demonios había guardado la llave de las cuatro ges. Cuando sus dedos tropezaron contra el frío metal, el chico lo sacó como si de un trofeo se tratase.

- ¡Ajá! -vociferó, y en un ágil movimiento insertó la llave en la pequeña caja metálica. En medio de un chasquido, la reja les indicó que había sido abierta. Normalmente, se le pedía permiso a la directora para salir, sin embargo, tratándose de los gemelos y su fiel amiga Madelle, ninguna persona en su sano juicio otorgaría un permiso a aquellos tres de salir a ningún lado, sería un suicidio. Era por eso por lo que escapaban. Realmente, todos los integrantes del santuario sabían las movidas de los chicos, pero también sabían que era imposible detenerlos, siempre encontrarán la manera de hacer averías.

MITADES DE ÁNGEL- EL RETORNO DE EDNES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora