Termine de apagar las luces y volví a la mesa, no había tiempo para sentir miedo ya que al ojo no le gustaba esperar.
Comente a escuchar susurros a mi alrededor, criaturas de las tinieblas, se supone que me estaban juzgando. Comencé a temblar, si no me aprobaban las luces volverían a prenderse y me llevarían a las profundidades del abismo y seria víctima de crueles torturas.
De golpe todos los susurros pararon, pensé lo peor y espere mi cruel destino, pero luego de unos segundos las luces no se habían encendido. Me habían aprobado.
Corrí hacia el baño de la casa y me senté frente al espejo. Debía poner frente a este dos velas, pero no me había molestado en preguntarle a Roma donde estaban. Comencé a abrir los cajones buscando velas pero como no tenía permitido prender la luz se me fue imposible ver algo. Sentí un peso en el bolsillo de mi chaqueta y me asombre al ver que eran dos velas rojas. Las coloque frente al espejo, apagadas, y espere.
Empecé a escuchar a una vos infantil que cantaba la melodía que mi madre solía cantarme en las noches antes de dormir. De golpe la canción fue interrumpida por un grito y en el espejo pude ver a la niña que la cantaba, comenzaron a torturarla y a mutilarla. Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver esta escena mientras ella gritaba rogándome que toque es espejo, estuve apunto de hacerlo pero recordé lo que dijo Roma;
"No importa lo que escuches en medio de esa oscuridad, no importa lo que ella diga. No le hagas caso a sus gritos de ayuda. Ella murió hace tiempo, y nada de lo que hagas puede ayudarla. Está condenada a vivir sus últimos momentos de vida por la eternidad y no debes intervenir a menos que quieras sufrir su destino en carne propia."
Aleje la mano del espejo y contemple como la pequeña era descuartizada y finalmente asesinada.