Salí de la casa y vi que todos los invitados que estaban sentados en suelo se voltearon a verme.
—¿Listo? ¿Pero si solo han pasado 5 minutos? —dijo Roma parándose confundida.— ¿Paso algo? Seguramente no te considero digna —prosiguió mientras me palmeaba la cabeza como si fuera un perro.
—No soy tu perro —dije entre dientes y me dirigí caminando hacia mi casa, la cual estaba a unas cuadras.
—¿Tan rápido te vas? ¡Pero si todavía quedan invocaciones! —dijo mientras agitaba el gorro que, para mi sorpresa, estaba lleno de papeles.
La ignore y seguí mi camino, intentaría dormir, aunque luego de todo lo que vi no creo que sea posible.
Estaba a unas tres casas de la mía cuando mi vista se tornó negra, vi una seguidilla de imágenes pasar, yo entrando a mi casa, mi madre esperándome en la cocina, ella enojada por el corte en mi brazo y diciendo que no me dejaría ir a ninguna otra fiesta de "esa loca".
Mi vista volvió a la normalidad y me encontré sentada en el suelo, en el mismo lugar que estaba. Baje la mirada a mi brazo, la herida aun sangraba.
Me quede así unos minutos, intentando darme cuenta de lo que acababa de pasar, hasta que recordé mi tercer deseo. Luego de salir de la fiesta me había olvidado completamente de estos.
Decidí colocar mi cartera estratégicamente sobre mi brazo haciendo que la herida no se viera, así evitaría problemas.
Llegue a mi casa y pude comprobar con éxito que mi madre me estaba esperando, por suerte no se percató en la herida ya que estaba tapada con mi bolso. Fui a dormir, bueno si eso se puede llamar dormir, cada vez que estaba por dormirme, una imagen pasaba fugazmente por mi cabeza. Era por un segundo, casi invisible, pero eso bastara para que el sueño desaparezca y sea sustituido por miedo. Eran imágenes de la niña del espejo, de la dama sin ojos y principalmente esa imagen que se repetía una y otra vez, la de un punto rojo en la pared, la del ojo de la sangre.
Me desperté con más sueño del que me acosté, eran las 10 de la mañana. Camine hacia el baño, ya me imaginaba lo peor, todo el maquillaje corrido, ojeras hasta el suelo y el pelo hecho un desastre.
Me pose frente al espejo para lavarme la cara. Fue imposible evitar un grito, lo que pasaba era mucho peor.
