Unas risas de niños me despertaron, saque la cabeza por la ventana de la pequeña casita de madera y pude ver que el parque comenzaba a llenarse de niños con sus respectivas madres.
—¿Eres vampiro? —Agache mi cabeza y pude ver a un niñito de unos 4 años mirándome a los ojos. Mierda había olvidado lo de mis ojos. Me quede muda sin saber que contestarle.
—¿No puedes hablar?—continuo en voz baja—Mi abuelito tampoco podía hablar, pero luego mi mami me dijo que se fue de viaje para curarse. —Completo con dificultad para pronunciar la r. Sentí mucha lastima por él y su inocencia, pero me di vuelta y salí corriendo. Si el parque se seguía llenando tendría a miles de niñitos preguntando si era un vampiro.
Seguí caminando intentando no cruzarme con nadie, pero el hambre gano. Decidí pasar por mi casa a comer un poco y tomar un abrigo ya que había comenzado a hacer frio y yo estaba en mi piyama. Espere a que sea la hora donde mi madre fuera a trabajar, se supone que mi hermano también estaría en su trabajo así que la casa estaría vacía y la heladera disponible. Entre a mi casa por la puerta trasera la cual, gracias a uno de los deseos, me basto un golpe para tirar abajo y fui directo a la cocina. Comencé a buscar en la heladera que cosa podría comer, pero fui interrumpida por unos pasos a mi espalda.