Alcé mi cabeza al escuchar unos fuertes golpes en la puerta. Todo estaba como siempre, las paredes blancas y mis manos limpias, excepto el espejo que aún estaba todo roto y que a mi lado seguía estando el machete. Volví a concentrarme en la puerta, se escuchaban las voces de mi madre y mi hermano rogándoles que abriera. No podía dejar que pasen, pero si no la abría ellos se molestarían en tirarla abajo. Los ruegos se convirtieron en amenazas “Mira zoe, si no abres la maldita puerta llamare a la policía” escuche decir a mi madre con voz ahogada. Debía salir de ahí. Era tiempo de probar mi segundo deseo.
Me acerqué a la ventana y comprobé la distancia que me separaba del suelo, ya que estaba en un segundo piso, si salía mal terminaría con unos cuantos huesos rotos y muchos moretones. Los golpes se intensificaron y la puerta comenzó a moverse amenazando con caerse. Miré por última vez la habitación, temblando me acerque a la ventana, me pare con algo de esfuerzo en el borde de esta y sin pensarlo salte.
