Friday Night Light
Cockaponset —repitió Luka observando la disposición del bosque de New Haven al que la Élite llamaba la Selva. Íbamos a estudiar aquel lugar y a memorizarlo como la palma de nuestras manos. Si queríamos salir de ahí con tiempo para ir a buscar la Biblia de Harvard tendríamos que ver cómo era todo—. ¿Qué se supone que nos pasará aquí? El Escriba nos da veinticuatro horas para ir y volver de Harvard con una Biblia. Estaremos en dos Estados diferentes. No podemos ir dando palos de ciego.
Hablaba apoyado en uno de los árboles del jardín de su casa, estudiando a través de su iPad la imagen vía satélite que reflejaba la pantalla.
Adrien me había dicho el nombre de la selva, así sin más. Nos ayudó disimuladamente, como hizo en una de las pruebas de Lucca. Y si no había mentido, al menos, era el único que nos iluminaba entre aquel tono oscuro y privado de la Élite.
No entendía los gestos caballerescos cuando de sobra se había propasado conmigo en el baño. De hecho, deseaba que él mismo se maldijera por aquel desliz, por mencionar el nombre de la Selva, que lo hubiese hecho sin querer y yo, avispada, lo hubiese cogido al vuelo. Pero Adrien podía ser muchas cosas, sin embargo, no era descuidado ni estúpido.
Pensaba sobre ello, sentada en el balancín de madera que mis amigos tenían en su jardín, cerca del árbol en el que se apoyaba Luka, meciéndome distraídamente, cuando Chloé se sentó a mi lado con una limonada.
Chocó su hombro con el mío y me ofreció el otro vaso que llevaba.
—La madurez es una mierda —dijo sin más impulsando el balancín con algo más de energía. Le había contado lo sucedido y ella me escuchó como si estuviera viendo una película de amor. No lo entendía—. Tu cuerpo se descontrola, tus hormonas se disparan, de repente te gustan cosas que no imaginabas que te gustarían y aprendes también que hay cosas que nunca podrás tener —sorbió de su limonada y exhaló con gusto—. Qué rica está.
Sí. Sí estaba rica. La bebía gustosamente mientras la escuchaba.
—¿Sabes? Tampoco es que yo comprenda a Adrien. Entiéndeme, odio a su hermano a muerte, pero no sé por qué él se comporta así.
—Según él quería darme una sorpresa cuando llegara a Yale. Y estaba deseando verme y... —resoplé —. En fin, una sarta de mentiras que no se sujetan por ningún lado. Me dijo que no tenía novia, y sí la tenía. Ella estaba ahí, sentada en una butaca de la biblioteca, esperándolo, mientras él me metía la lengua hasta las amígdalas en el baño.
—Las cosas pueden no ser lo que parecen ser.
Me reí sin ganas.
—Te aseguro que sí que era lo que parecía.
—Mira, Marinette. Acabamos de llegar. Apenas sabemos de qué va todo esto. Somos los únicos que conocemos la verdad de Alya, y tenemos en nuestro poder un diario en el que ella habla sobre cosas muy interesantes de los miembros de Huesos y Cenizas, a pesar de que como bien me dijiste, parece que falte información relevante. Esos Bones aquí son los Reyes —me interrumpió Chloé— pero da la sensación de que no sean libres de hacer lo que de verdad quieren. Supongo que todos tenemos nuestros límites —dijo Chloé muy críptica.
Cuando su tono me llegó, la miré de reojo queriendo adivinar por dónde iban sus palabras.
—¿Todos?
Chloé hizo una burla con la lengua y espetó:
—Todos menos yo, querida. Estos mundanos, cómo son...
Mientras me reía jugué con el vaso de cristal entre mis dedos, lleno de limonada. Lo había meditado mucho.
—Quiero ir a la habitación de Alya —anuncié.
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/ 02 / FRATERNIDADES: HUESOS - LLAVES - MIRACULOUS (+18 ADAPTACIÓN)
SonstigesLlegué a Yale con la maleta cargada de ropa, de sueños por cumplir, de secretos que solo yo sabía, de objetivos por alcanzar y con un corazón roto por sanar. Pero ¿cómo iba a sanar mi corazón con él atormentándome, vigilándome, acechándome...? Tan c...