De 860 913 4532:
No deberías acercarte al Llave. No es trigo limpio.
El mensaje, por claro y escueto y de un número desconocido me cogió por sorpresa. Eran las tres de la madrugada y el sonido me despertó alarmada.
—¿Qué es eso, amiga? —me preguntó Alix abriendo la boca a medias, desde su cama, enrollada en su edredón—. Apágalo.
Yo me quedé mirando la pantalla y me froté los ojos. ¿De quién era ese teléfono?
De Marinette:
¿Quién eres?
De 860 913 4532:
Alguien que se preocupa por ti.
No me gustaba. Fuera quien fuese, a esas horas nadie debería escribir, y mucho menos con
prevenciones de ese tipo.
De Marinette:
No sé quién eres. Pero no acepto consejos de desconocidos. Ya soy mayorcita para cuidarme
sola.
Acto seguido bloqueé el número para que no me volviese a escribir. Los anónimos no me hacían ninguna gracia. ¿Y por qué tenían mi número? ¿Cómo lo habían conseguido?
Aquella mañana la dediqué a hacer limpieza de la habitación, a leer los artículos que la decana Bustier nos había pedido sobre la psicología como disciplina científica, y a realizar algunos ejercicios que tenía pendientes.
Además, llevé la ropa a la lavandería y para hacer tiempo me llevé un libro para leer, de los que me encantaban. El conde de Montecristo. Podría releerlo mil veces que todas las lecturas me apasionaban igual.
No es que yo me sintiera un poco reflejada en Dantés, pero era cierto que mi papel en la Universidad arrastraba leves connotaciones de vendetta.
Si Gema viera lo que llevaba puesto pondría el grito en el cielo. Una sudadera con las letras OBEY en el centro, unos tejanos y mis huaraches blancas. Y una gorra. No sabía por qué, pero aquel día me apetecía retomar viejos hábitos, como cubrirme la cabeza y los ojos con una buena visera.
Cuando salí de la lavandería decidí ir a dar una vuelta en bici por los alrededores y dirigirme a la residencia de Periodismo en la que Alya estudió. Conocía el edificio por fuera. La habitación de Alya estaba en una primera planta y daba de lleno a la plaza ajardinada, lo sabía porque describió un encuentro desde su habitación y dijo que oía perfectamente los gritos y cánticos de los alumnos y las Alyas de la fiesta reflejaban en las paredes de su habitación. Me quedé con la bici, resguardada bajo un árbol, observando fijamente a las ventanas de la primera planta, imaginándome cuál podría ser. No lo sabría hasta que no entrase en el edificio.
Allí, bajo mi gorra y la sombra del árbol, recordé algunos pasajes del diario de Alya que me vinieron a la mente.
«Después del acontecimiento en el cementerio, estuve unos días recopilando información sobre Calavera y Huesos, la antigua hermandad. Se han escrito muchos libros sobre ellos, pero creo que todavía hay mucho donde rascar. Ahora, Huesos y cenizas les sustituyen, y no
sé hasta qué punto han cambiado sus hábitos. Siguen teniendo reuniones semanales en la Tumba 322, de eso estoy segura. Pero lo que hablan o dejan de hablar en esas reuniones lo
desconozco. Seguiré investigando...».
«Mi Bone por fin se ha fijado en mí. Esta noche hemos estado hablando un buen rato. Ha sido en la fiesta de Halloween. Él iba de Scream. Se ha levantado la máscara, pero no ha pasado nada entre nosotros. Me gusta. Es un tipo culto, me gusta cómo me mira y me escucha. Incluso me gusta la oscuridad que puede haber en él».
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/ 02 / FRATERNIDADES: HUESOS - LLAVES - MIRACULOUS (+18 ADAPTACIÓN)
De TodoLlegué a Yale con la maleta cargada de ropa, de sueños por cumplir, de secretos que solo yo sabía, de objetivos por alcanzar y con un corazón roto por sanar. Pero ¿cómo iba a sanar mi corazón con él atormentándome, vigilándome, acechándome...? Tan c...