Los días universitarios pasaban tan deprisa que no me daba cuenta. Pensé en enfrentarme a Adrien y a los Bones. Ir a su facultad, dar con ellos y pedirles que me dejaran en paz, pero hacerlo supondría echarle más leña al fuego. Si no daba importancia a esos detalles, el paso de los días haría efecto anestesia, como si todo hubiese sido un sueño.
Pero yo sabía perfectamente cuándo soñaba, y era muy consciente de ello. Como en ese instante, cuando sumida en mi mundo astral, podía incluso pensar sobre mi vida real.
Me encontraba en la biblioteca de Trumbull. Estaba sentada en un pupitre, la luz de la lámpara era tenue y la iluminación de aquel magnánimo rincón lleno de magia, sabiduría y letras, me sugestionaba a meditar.
Los estudiantes de yoguis y budistas se pasaban años intentando conseguir mantener sueños despiertos.
Vivencias astrales completamente controladas por la mente consciente. Pero yo lo hacía naturalmente desde que era una niña. Y con la práctica, había perfeccionado mi talento hasta el punto que, si me lo proponía, podía quedarme meditando dentro de mi sueño, disfrutando del mundo que creaba mi cabeza para mí.
Pero no me arriesgaría a hacerlo, porque siempre temía soñar dentro del sueño, y de ahí no sabría salir.
O tal vez sí. Nunca lo había intentado.
Un sonido a mi espalda distrajo mi concentración y mi calma, y me di la vuelta para ver a mi madre apoyada en la estantería ojeando un libro entre sus manos.
—No hay riqueza mayor que esta. Ó Eolas —me dijo en irlandés con su sonrisa cariñosa y atenta—. Conocimiento. ¿Cómo estás, cariño?
—Hola, mamá.
—Hola, bichito raro —dejó el libro en su sitio y se sentó en la mesa, frente a mí.
—Estoy hecha un lío, mamá —reconocí embebiéndome de ella. Cómo me gustaba verla así. Tan llena de vida, aunque fuera en mis sueños. Con su rostro fino y elegante, y los cabellos salvajes negros de las oriental-irlandesas. Yo heredé sus ojos, pero me hubiera gustado heredar también su carácter. Ella habría actuado de otra manera con el chico del que se había enamorado. Ella habría descubierto antes que él era un mentiroso.
—La vida universitaria es más dura de lo que te imaginaste.
—Llevo tan pocos días aquí —reconocí—. Y no sé si lo que quiero hacer está bien o no. Quiero llegar hasta el fondo del asunto de los Huesos. Sé que hay algo turbio. Alya lo sabía. Pero en su diario no menciona nada. Lo asoma, lo desdibuja, pero no lo concreta. Siembra la sospecha en mí. Pero no confirma nada.
—Debes hacer lo que te dicte el corazón, Marinette —me tocó el centro del pecho—. Solo este. Aquí también hay mucha inteligencia emocional e intuitiva. Y debes ser paciente.
—Paciencia... No sé si tengo —admití.
—Pues es a lo que debes agarrarte. Mira dónde estás, nena. Es Yale. Es tu sueño. Aquí estudié yo biología —me recordó con gesto melancólico—. Aprendí tanto... Sé que tu sentido del deber y de la corrección hace que quieras centrarte en lo sucedido con Alya, que quieras descubrir la injusticia y el delito. Pero necesitas vivir también tu experiencia aquí. Eso te dará otras perspectivas, te abrirá los ojos de otra manera y también te ayudará a discernir —colocó la punta de su dedo en mi frente—. Te ayudará a ser joven y también a madurar. Eres mayor de la edad que tienes —me miró compasiva—. Lo que viste de pequeña te cambió y activó otros sistemas defensivos en tu manera de ser y de ver lo que te rodea. Pero eres preciosa, Marinette... —me acarició el rostro—. Divertida. Lista. Tienes muchas virtudes que ocultas a los demás. La Universidad se debe vivir con todos sus pros y sus contras. Es el mundo real comprimido en un microcosmos. Y tienes que aprender a disfrutar de ello. Abre los ojos. Abre tu mente. Escucha. Ve. Y... —volvió a posar su mano abierta en el centro de mi pecho—. Siente. No hagas nada que vaya en contra de esto. Siente todo, Marinette. Si te duele, siéntelo. Si te hace feliz, siéntelo. Si sientes amor, disfrútalo, no lo niegues. No tienes por qué luchar contra ello. Acéptalo.
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/ 02 / FRATERNIDADES: HUESOS - LLAVES - MIRACULOUS (+18 ADAPTACIÓN)
De TodoLlegué a Yale con la maleta cargada de ropa, de sueños por cumplir, de secretos que solo yo sabía, de objetivos por alcanzar y con un corazón roto por sanar. Pero ¿cómo iba a sanar mi corazón con él atormentándome, vigilándome, acechándome...? Tan c...