Capítulo 10

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Yetis corrían de un lado a otro con juguetes entre sus manos, la mayoría yendo en dirección al trineo, donde Jesper se hallaba. Montado sobre este, vigilaba que los yetis a su alrededor terminaran de reparar todo lo que les indicó previamente.

La Navidad había llegado, y debían terminar los últimos detalles antes del despegue de Norte.

Se ajustó su saco, en ese estacionamiento siempre hacía más frío que dentro de la fábrica. Antes de su transformación solía temblar ante tal temperatura, ahora sentía ese frío como un viento fuerte en plena primavera. Hasta podía ver su aliento, pero no sentía tal grado de frío.

Observó a la pequeña Margú sentada a su lado. Tenía una taza de chocolate caliente entre sus manos y tenía una manta sobre sus hombros. Ella debería soportar esas temperaturas, pero tenía el presentimiento de que ella tenía más frío que él.

Con ese dato, algo hizo click en su mente.

—Margú— llamó su atención —Todo es claro ahora.

Necesitaba hallar a Norte.

Apartó su mirada de los ojos curiosos sobre él que no comprendían de qué hablaba. Lo sabía. Logró ver a la distancia,  cerca a una ventana, a Norte rodeado de yetis.

¿Acaso llevaba puesto el disfraz rojo de sus recuerdos? Sabía que era del pueblo que los ayudó, pero no podía recordar bien su nombre.

No importaba en ese momento.

Se bajó del carrito en un salto y emprendió carrera a él con sus brazos abiertos. Su amado lo notó al instante, y a pesar de su obvia confusión, extendió sus brazos para recibirlo.

Abalanzandose a sus brazos, empezó a reír lleno de alegría.

Era tan obvio, ¿cómo tardó tanto en en darse cuenta?

—¿Paz?

Su risa se calmó, y Jesper puso su mirada sobre el otro. Estaba apunto de decirle su epifanía, cuando una intensa luz los cubrió a los dos, y antes de que pudiesen reaccionar, un recuerdo vívido nubló su mente.

Jesper observó su reflejo en el espejo dando pequeñas vueltas sobre su sitio, complacido. Llevaba un vestido rojo acompañado de franjas azules y blancas en las mangas y bordes del atuendo. Podía sentir sus nervios a flor de piel, aún así, sonrió para si mismo, y se apresuró en salir afuera de la cabaña en donde Klaus lo esperaba.

Klaus llevaba el mismo atuendo rojo que Norte estaba llevando puesto. Los conjuntos eran similares, y del mismo estilo de las personas que los rodeaban. ¡Los sámis! Por supuesto.

Subieron al carruaje y pronto estaban haciendo paradas de casa en casa.

—El vestido es muy cómodo—, suspiró Jesper, —Solo espero no mancharlo de carbón o alguna otra cosa.

Se acurrucó en el otro, suspirando al sentir su calor corporal. Se sentía sonreír, y mantenía su mirada en el nevoso horizonte.

—Gracias, Klaus. Por apoyarme. No me hubiese animado a ponerme un vestido por mi cuenta. La burocracia en la que crecí te llena de muchas inseguridades, todos te juzgan por lo que te gusta.

Escuchándolo reir ligeramente, Jesper se volteó a verlo.

—Lo digo en serio, una vez quise intentar combinar dos comidas distintas en un mismo plato, y no te imaginas cómo me miraron los invitados de mi padre, ¡era como si hubiese matado a alguien! — empezó a desviar el tema.

En una de sus paradas, Jesper salía de la casa llevando algunas galletas para Klaus en una bolsita de tela que habría tomado de la misma. Lo descubrió fuera del carrito, dándole bocadillos a los renos.

Espíritu de Paz ;; RotG , KlausDonde viven las historias. Descúbrelo ahora