Sabía que Canadá no era una tan mala idea.
Sí, mi madre lo había hecho. Me había mandado fuera del país a una escuela de modales para chicas, la que parecía más reformatorio femenino que otra cosa.
Las maestras eran estrictas, crueles y amargadas, mientras las estudiantes eran princesitas que estaban ahí solo para aprender a ser aun más correctas. Sí, yo era la única extranjera drogadicta y con antecedentes criminales.
Llevaba ya casi un año en el lugar y debía decir que había sido muy difícil.
Extrañaba mucho a mis amigos, familia y novio, en especial en los primeros días.
Mi relación con Eiden no había acabado después de todo... Técnicamente había ido hasta Canadá por nada, pero algo había logrado: mantenerme lejos de las drogas.
El irme al extranjero me había alejado de todos mis contactos vendedores de drogas y, por lo tanto, aunque soñara con éxtasis o hierba, no podía conseguirlos. Por lo tanto, mi rehabilitación estaba siendo todo un éxito.
Lo mejor que había sucedido en ese tiempo, además de mi exitosas rehabilitación, había sido que Estela y Eiden se hubieran distanciado. Al fin mi novio había enviado al diablo a la desesperante zanahoria y por suerte, sus padres no se habían peleado como todos teníamos presupuestado.
En cuanto a mis amigos, todos se había reformado. Nada más de desastres, drogas y alcohol. Había sido difícil, en especial para Kim, quien había tenido una recaída con la cocaína en uno de sus días malos, pero lo estaban enfrentando todos juntos y para ese entonces, todo parecía ir mucho mejor.
Debido a que yo ya no estaba allá para dar malas ideas, tampoco habían sido arrestados por desastres. El que yo estuviera lejos por ese tiempo también había sido de utilidad en ese sentido.
Yo no había hecho muchas amigas ahí. Todos me decían que era tonta por ser rubia y que parecía una muñeca Barbie versión drogadicta. ¿Cuál era el problema de esas personas? No tenía idea, yo solo los dejaba ser felices.
¿Había aprendido algo más? Sí, aprendí a cepillarle los dientes a una compañera con un cepillo para inodoro... En mi defensa, ella me había provocado.
Hablando en serio, lo único realmente bueno que había salido de ese lugar, era que me había unido a un coro.
El coro era religioso, y aunque cantarle a Dios no era mi pasión, podía al menos divertirme y aprender un poco más sobre mi talento vocal.
Estaba en el cuarto que compartía con tres chicas más, cuando una de las inspectoras entró como si esa fuera su casa.
—Heather Murphy, tienes visita —me avisó.
¿Visitas? Yo no conocía a nadie en ese país que no estuviera en esa escuela.
Mis compañeras me miraron con algo de recelo, como si eso fuera un tipo de truco.
Otra cosa que debía decir, era que todas sabían lo desastrosa que era yo, razones por las que no solían ser mis amigas.
Me paré de la cama y salí del cuarto siguiendo a la inspectora, hasta que llegamos a la oficina de la directora.
Cuando entré, lo primero que vi fue a mi padre sentado en una silla.
No pude contener mis lágrimas y corrí con él.
—Papi.
—Hola, princesa.
Él me abrazó tan fuerte como lo hacía yo. Yo sabía que él podría haberme extrañado... en cuanto a mi madre, lo dudaba.
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Un Caos Al Internado
Teen FictionHeather es una adolescente millonaria que ama crear problemas y explosiones... y consumir drogas mientras lo hace. Después de ser arrestada por hacer explotar un edificio abandonado, su madre toma la decisión de enviarla a un internado para que no...