Capítulo 4: Primer día

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Pedirle a Dios no sirvió de absolutamente nada. Ese día, Eiden me había seguido con la mirada en cada momento y me lo topaba cada vez que era posible. ¿Cómo fumaria mi preciada hierba si él estaba sobre mí?

Yo sé que tenía un cuarto al que él no podía entrar, pero no podía fumar ahí. Nadie en su sano juicio fumaria en un lugar cerrado donde el humo se impregnaría en las cosas, aun con una ventana, la ventilación no era suficiente. Para llevar a cabo malas prácticas, había que ser astuto.

Decidí que el mejor lugar para saciar mi necesidad, era en el cuarto de duchas de damas, donde, si quedaba olor, la culpa no tenía que ser mía. Por suerte, todos solían ducharse temprano en la mañana, por lo que nadie aparecía ahí después de las doce del día.

Estuve casi una semana yendo a las duchas a fumar, pero mi felicidad no duró mucho.

Al día siguiente empezaba oficialmente el año escolar, o sea, tendría una compañera de cuarto y clases a las que asistir.

Estaba recostada en mi cama viendo en la laptop una película cuando una chica entró al cuarto sin tocar.

—Tú debes ser Heather Murphy.

Yo me quité los audífonos y asentí.

—¿Tú eres?

—Probablemente, tu peor pesadilla.

La chica tiró un bolso a la cama que yo no estaba usando y dejó bruscamente unas maletas junto a su escritorio.

—Mi nombre es Zafiro West, pero puedes llamarme Zafi.

Era el nombre más feo que había oído en mi vida.

—Que nombre tan original.

La chica me miró de pies a cabeza.

—Sí, lo es... aunque también sé que no es un bonito nombre —admitió—. No tienes que mentirme.

Zafiro era una chica de piel oscura, con ojos muy oscuros y cabello color chocolate y rizado. Si yo hubiera tenido esos rizos no soportaría tener cabello, ¿cómo se peinaba por las mañanas?

—Sabes... —Zafiro me estaba dando la espalda mientras desempacaba—. Debo decir que no me gustan del todo las rubias...

—¿Por?

—Todas las que he conocido o son unas racistas de mierda o son muy molestas de cualquier manera.

—Yo no soy racista... molesta no sé.

—Más te vale que así sea o patearé tu trasero de blanca desabrida hasta la muerte.

—¿No estas siendo algo violenta?

—Sí, pero no lo volveré a ser a menos de que tú lo seas.

Estaba muy demente, esa había sido mi conclusión de mi compañera de cuarto.

Esperaba que esa actitud violenta y despectiva fuera solo porque recién me estaba conociendo y, más adelante, se comportara más amable o simplemente me ignorara.

Yo di por terminada la conversación y volví a ponerme los audífonos para así terminar mi película.

[...]

Era el primer día de clases y podía decir que el uniforme era una mierda.

Me sorprendió ver que todas las chicas usaban las faldas casi hasta las rodillas y las camisas completamente abrochadas. De donde yo venía, el primer botón de la camisa era inservible y la idea de la falda era usarla tan corta como fuera posible. Si la idea era evitar ver traseros, ¿por qué no todos usábamos pantalón y ya?

Un Caos Al InternadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora