Capítulo XII

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No dejaba de verla. Había despertado hacia poco, y ella se encontraba jugando con su don de vez en cuando, para luego alzar la vista a todos lados. Comenzaba a entenderse por lo que notaba.

Ni siquiera sabía cuánto durmió, y ni una palabra mencionó como para llamar su atención. Pero cada que volteaba a mirarlo, cerraba de inmediato sus ojos. Después de todo, tan cansado no se encontraba.

En cambio, la castaña clara intentaba averiguar qué más podía hacer. No podía dejar que Izuku se pusiera en riesgo por ella siempre, y menos ahora que estaba herido. Si aparecía un nuevo monstruo en el futuro, debía estar preparada para sacarlo de allí y pelear.

Cuando menos lo esperó, observó que una de sus manos había quedado tan plana como una hoja de papel. La vio asombrada, regresándola a la normalidad. Intentó hacerlo nuevamente, pero no pudo reiterarlo.

Esta vez hacia el esfuerzo de agrandarla. ¿Qué tenía que realizar para que sucediera? Al agotarse de no conseguirlo, giró a ver a todos lados. Aún no aparecía ningún recuerdo. ¿Cuánto había pasado? ¿Tan impaciente era? Y observó unos segundos al de cabellos verdes. ¿Había alguna forma para restaurar su brazo? No quería verlo mal.

Alzó una de sus cejas al percatarse de que abrió un poco sus ojos, y se ponía tieso de inmediato.

—Dije que durmieras— levemente lo regañó, resignada de que no pasaría.

—P-perdona— se sentó con cuidado, cruzando sus piernas y pasando su mano buena por su nuca —. No siento que pueda dormir con todo lo pasado.

—Entiendo...— asintió y desvió la mirada.

—¿Y tú quieres dormir un poco?

—Ahora no, quizás más tarde— dibujó una pequeña sonrisa para verlo un instante.

Fue entonces que vio un recuerdo detrás de él.

—¡Allí!— exclamaron al unísono —¿Ah?— y vieron a sus espaldas. Se trataba de dos recuerdos.

—Yo iré a eso— indicó Supple, levantándose y yendo al que aparecía una niña, dejando a Izuku el que él mismo había visto.

La muchacha se acercó con cautela de no tocarlo, notando que se trataba de una sala de hospital. Reconoció al instante a su madre que consolaba a una ella pequeña, que tanto lloraba. ¿Qué había sucedido?

Tranquila dulzura, es la manifestación de tu particularidad lo que hace que te duela tanto el cuerpo, y más si es elasticidad— con una dulce sonrisa, comentaba una mujer con bata que se agachaba frente a la niña.

—¡Me duele mucho!— y se aferró más a su mamá, que le seguía acariciando la espalda.

—Yo también pasé los mismos dolores para tener mi don. ¿No querías ser una heroína?— intentó animarla.

Recibió una negación por parte de la menor que no dejaba de moquear y dejar escapar más lágrimas.

—¡Ya no quiero!

—Ya se te pasará.

Luego de ello, la doctora le extendió un medicamento para el dolor.

Y desapareció. Tenía sentido ahora, y  más cuando apenas notó que una de sus piernitas en el recuerdo se estiraba.

Dato increíble, y teoría que acababa de ser confirmada. Volteó sobre sus talones, notando al de cabellos verdes parado viendo desaparecer ese círculo. Decidió dejarlo unos segundos allí, para repasar lo que había visto tal y como ella lo hizo. Y esperó a que girara a verla.

Pero eso no pasaba. ¿Que sucedía?

Preocupada y lentamente se fue aproximando, notando que no hacía ni el mínimo movimiento. Con suavidad, apoyó una de sus manos en su hombros, viendo que ni eso funcionaba.

—¿Izuku...?

Se posó frente a él, observando el semblante aterrado y sorprendido de su parte. ¿Qué acababa de ver para quedar así?

—¿Qué pasó?— preguntó alarmada, colocamos sus manos en sus mejillas, provocando que fijara sus ojos en los de ella.

Finalmente comenzaba a reaccionar, dando algunos cuantos pestañeos.

—Supple... Yo no tengo particularidad...

¿Qué?

APRENDER A CONOCERTE |Midoriya Izuku y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora