El sol de la mañana se colaba por entre las cortinas de la habitación del mafioso, no había dormido plácidamente, pero por lo menos se logró profundizar un poco, y eso bastaba. La luz le daba directamente en los párpados cerrados, le incomodaba, así que se dio media vuelta para ocultarse de esa molesta luz.
Mientras tanto, Dazai se había levantado ya hace rato, había salido del cuarto y sentado en el sofá para no perturbar el sueño de Chuuya. Llevaba más de una hora sin hacer nada, simplemente no sabía qué hacer, no quería irse sin ver al pelinaranja levantado, el problema era que probablemente dormiría hasta tarde, y simplemente no sabía cómo entretener su mente.
Había sido tentado varias veces a despertar al ojiazul, pero se abstuvo a hacerlo, contra toda su voluntad, no podía, Chuuya de seguro estaba muy cansado y despertarlo solo seria el fin de el giro que había tomado su relación; no todos los días el mafioso del que llevas enamorado más de dos años pero finges odiar para no afrontar la realidad te pide que tomes con él, no iba a echar a perder lo bien que la estaban pasando.
Examinó todas las opciones posibles, pensó varias veces en encender el televisor, pero tuvo miedo de que el ruido despertara al pelinaranja. Trato de leer su libro, si, el de la guía de suicidio, pero no le apetecía. Contemplo la ciudad que amaba despertar, y la miró hasta que se cansó. Y así terminó, tirado en el sofá pensando en nada mientras contaba las manchas de humedad del techo.
Sin más, decidió obedecer a los sonidos que emitía su estómago y se dirigió a la cocina. Al entrar, el olor a vino se sentía un poco, las copas estaban ahí, al igual que el plato en el que Dazai había comido su manjar. En el mesón, se encontraba la bolsa con la que había entrado el pelinaranja a la casa, y la había ocultado lo más que pudo. Al verla le invadió un sentimiento parecido a la ternura, se recostó sobre el marco de la cocina y empezó a hablar para él solo.
-Ah Chuuya, ¿crees que abriré la bolsa? - dijo en voz alta el castaño, mientras cerraba los ojos y una sonrisa se dibujaba en su rostro -No necesito abrirla para saber su contenido, tu compraste especialmente para mí las latas de cangrejo ¿no es cierto? -.
El castaño suspiro, abrió los ojos y se dirigió hacia la bolsa, la abrió y vio como solo quedaba una lata de cangrejo enlatado. -Efectivamente- dijo el de ojos marrones alejándose de la bolsa- Chuuya a veces eres tan obvio-.
En ese mismo momento, una idea llegó a la cabeza del detective, tal vez terminaría desastrosamente mal, pero no perdía nada con intentarlo.
Chuuya había perdido la pelea contra la luz de la mañana, había logrado dormirse otra vez, pero se despertó nuevamente y esta vez le fue imposible ocultarse de la luz, de pronto por lo que cada vez era más tarde la luz entraba con más facilidad. Abrió sus ojos azules llenos de pereza y con una resaca que se hacía cada vez más insoportable. La luz atacó sus ojos como si se tratara de un tigre saltando hacia su presa, lo que lo cegó por unos momentos, pero ante esto reaccionó con un parpadeo que rápidamente acostumbro sus ojos a la iluminación. Con un suspiro se incorporó para quedar sentado en su cama blanca, miró ambos lados en busca de señales del castaño, pero no vio a nadie. Para estar un poco más ubicado, se acercó a la mesita donde se encontraba su móvil, lo prendió y 9:45 am se pudo ver en la pantalla.
-Maldito bastardo- se maldijo mentalmente, de seguro se había ido ya, así que se relajó, volvió a tomar el libro de la mesita de noche, y lo abrió para reanudar su lectura.
Pasaron unos cuantos minutos, tal vez unos veinte o veinticinco minutos para ser más preciso. Chuuya escuchaba sonidos provenientes de la cocina, pero al pensar que era a causa de su resaca no le presto mucha atención. Por otro lado, Dazai, en la cocina, había hecho un desastre. La comida iba bien, por eso no había que preocuparse, el único problema era que la mayoría de los ingredientes se habían regado, en el suelo. La explicación era simple en la cabeza del castaño, la utilizaría como excusa cuando el ojiazul llegara y explotara al ver su cocina vuelta un gallinero, y era que la cocina era pequeña y Dazai, bueno Dazai media un metro con ochenta y un centímetros, era de esperarse que hiciera estragos con sus largo brazos, especialmente cuando no había dormido más de una hora y media, y si, estaba cansado. El de ojos marrones pensó que quizás el pelinaranja lo perdonaría al ver que le llevaba el desayuno a la cama, pudo haber hecho un desastre en la cocina, pero la comida no era parte de ese desastre.
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No me sueltes ~~~~(bsd, Soukoku)
Fanfic"Del amor al odio hay un solo paso", es algo que muchos dicen por ahí. Pero que pasa cuando tienes miedo a abrir tu corazón a la persona incorrecta? Reemplazarlo por el odio fue la opción por la que opto Chuuya Nakahara, lo que el no sabia es que ne...