Los finísimos copos de nieve caían, tan tranquilos, tan delicados desde el nublado cielo diurno. Craig en ese momento podía ver con genuino interés cualquier cosa con tal de no oír a Garrison explicar las diferencias de las células eucarionte y procarionte por séptima vez en esa clase. La ventana empañada nublaba su visión al exterior, pero estaba bien, dentro de ese salón el ambiente era tibio —completamente diferente al exterior— y con vibras de somnolencia, probablemente porque la gran mayoría se encontraba en sus mismas condiciones, adormilados.
Era un día miércoles, a Craig no le gustaban los miércoles. Eran días en medio de la semana y le provocaban tanta pereza, además era de esos días donde salía más tarde de clases y, por esto mismo, tenía que ver por más tiempo la cara de Stan y su grupo de mierda, a Craig no le gustaban tampoco.
Craig era alguien radical, o algo le gustaba o desagradaba. No le gustaban Stan y su grupo, tan altaneros y con un ego enorme, una necesidad tan grande por siempre resaltar y le desagradaba que ni siquiera eran solo ellos quienes terminaban involucrados, siempre metían al resto en sus jodidos embrollos, aunque quizá podría salvar a Kenny como el menos hijo de puta de todos por descarte. Algo que si le gustaba era la tranquilidad —cosa atípica en su pequeño pueblo—, la astronomía y su cuyo llamado Stripe, le gustaba el olor a café, ver red racer y las sagas con tramas espaciales.
Aunque había una cosa que le gustaba por sobre todo.
Tweek Tweak regresó a su mente, aunque su persona verdaderamente jamás huía de ahí. Su vista pasó de estar fija en la ventana a pegarse a la espalda de su lindo novio, ese chico rubio con el que se regocijaba de alegría en llevar cinco años de relación, una sonrisa surcó su rostro al pensarlo.
─ Par de homosexuales~ ─ Craig se removió incomodo al oír el raro tono meloso que uso Cartman para referirse a ambos en un susurro-canturreo extraño, vio de reojo como el castaño apoyaba su regordeta mejilla sobre su mano.
─ Cierra el pico, Cartman ─ Bufó el maestro mientras quitaba la vista de su grueso libro de biología, fijando su mirada en el chico que al parecer no fue tan discreto.
─ Es culpa de los pensamientos maricas a mi alrededor, me distraen.
─ ¡Otro comentario despectivo hacia mi persona y te vas derecho al despacho del director, mocoso insolente! ─ Para enfatizar, Herbert dio un golpe a su escritorio, dando con su palma de lleno en la plana superficie de la cual se emitió un ruido sordo.
─ ¡Usted es el que se identifica viejo marica! ─ Con furia el dedo del hombre casi calvo señaló la puerta del salón, echándole ─ Al carajo, me voy ─ Murmuró.
Aunque se sentía molesto mantuvo la mirada en el rubio, su espalda era delgada, aunque verdaderamente en él todo era delgado, estilizado y bonito. Su despeinado cabello rubio, alborotado y brillante daba una buena vibra para él, definitivamente observar al menudo muchacho era más entretenido que oír a Garrison hablar de biología, o que ver los delicados copos de nieve caer desde el cielo. Tweek vivía temblando, más bien era una vibración natural que su chico jamás abandonaba, como si fuese un animalillo hiperactivo que no podía quedarse quieto. El consumo de café lo mantenía activo a diferencia de él que podía lanzarse a dormir sobre el pupitre en ese preciso momento.
Un suspiro quiso huir de su boca pero lo reprimió, con disimulo apretando sus labios en una línea, el ambiente cálido del salón y las palabras técnicas que pronunciaba el maestro no hacían más que adormilarlo, como si de un conjuro se tratara haciéndolo caer lentamente, tan lento que la propia idea parecía un somnífero. El rubio frente a él se giró, fue un hermoso espectáculo ver como sus esponjosos labios se curvaron en una sonrisa y sus mejillas se colorearon cuando lo atrapó observándolo, infinitamente bonito.
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