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─ Y si la chica te dice "¿quieres ir por un café?" ¡Zas! ─ Red empuñó el lapicero que llevaba en su mano derecha, como apuñalando el aire ─ Ya la tienes a tus pies La pelirroja le codeó con picardía con su brazo izquierdo, haciendo que su café se derramara un poco Serás un furor entre las madres de aquí, Tweek.

─ ¡Gah! Red, sabes que jamás haría eso, n-no le voy a esas cosas El rubio lucía nervioso, después de todo no era alguien abierto a temas románticos, menos involucrando su trabajo.

El chico entonces, esos diablillos seguro tienen hermanos lindos Se carcajeó Red al ver que el rubio se había sonrojado, tan inocente ─Tranquilo amigo, estarás bien.

Tweek no siempre disfrutó de los niños, pero la idea de ayudarlos a tener una niñez buena le llenaba, después de todo (aunque ya los había perdonado) él había crecido con padres negligentes y pasó gran parte de su adolescencia tratando de arreglar el manojo de nervios, grito, desesperación y llanto en que lo habían convertido, a base de amenazas, estrés y sustancias que no eran para nada para el niño de nueve años que era en ese entonces. El deseo de ver a esos infantes sanos y felices le llenaba el alma.

En ese momento estaban caminando en dirección a su trabajo, era un día jueves muy temprano, tanto así que podían vislumbrar la luna menguante y en verdad poco visible, el clima de su pueblo montañés era húmedo y frío, la ventisca les daba de lleno en el rostro en su corto trayecto.

La institución en la que trabajaba era amplia y colorida, el patio tenía juegos aptos para el grupo de infantes alegres, derrochadores de brío en los momentos de recreo, a Tweek le gustaba el sitio, él y Red vestían unos delantales verdes, con bordados coloridos de flores y mariposas.

Quedaba aún una media hora para que el grupo de revoltosos niños llegara y él y Red no hacían más que comentar sobre la clase de ese día, que no eran más que actividades de fomento a la creatividad y ayuda al desarrollo de la motricidad fina.

Los infantes comenzaron a llegar en grupos amplios, Tweek disfrutaba su trabajo, repleto de esa indiscutible alegría infantil, le gustaba verlos disfrutar su niñez, de esa forma que él no pudo.

El día pasaba rápido, más que nada porque los pequeños asistían unas cuatro o cinco horas y jugaban gran parte del día, el rubio parecía un sol alrededor de los niños, que estaban gustosos de orbitar a su alrededor, de manera tan alegre y radiante.

─ Bien pequeños, hora de ir a casa Tweek estaba de la mano de la fila femenina, en dirección a la entrada en la que estaba el grupo de padres arremolinado esperando a recoger a sus hijos, notó sonreír amplio a Red con un extraño toque maternal, diferente a la normalmente pícara muchacha. Los niños en la fila la sonreían con amplitud, embelesados ante la imagen de la linda chica.

Tweek suspiró un poco al abrir el amplio portón, donde vio al voluminoso grupo de adultos que estaban allí, por su físico él lucía bastante menor. A pesar de tener ya veintitrés años era delgado y lampiño, no tenía rastro de vello en el rostro y tenía ojos grandes que combinado a su rostro cubierto de pecas lo hacían lucir infantil, diferente al conjunto de adultos frente a él, que incluso tenían hijos mientras el vivía su miserable y soltera existencia. Iba entregando a los pequeños mientras sonreía y entregaba un pequeño papel con materiales para el día de mañana, ese día había sido más que nada para adaptarse, probablemente el resto de la semana también porque algunos infantes dedicaron el día a llorar mientras que otros a jugar, encantados de estar rodeado de tantos niños y juegos. 

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