❝12❞

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Tweek no entendía como había llegado ahí.

Estaba recostado sobre un manto en el pasto de una isla desconocida, sentía los parpados pesados, no quería levantarse, le importaba verdaderamente una mierda donde estaba en ese momento, porque solo deseaba descansar, estaba tan adormilado que ni siquiera entendía donde se hallaba.

Tweek era un muchacho escuálido, su cabello rubio largo y alborotado le daba una apariencia salvaje a diferencia de los comunes elegantes jóvenes burgueses de su natal pueblo español. Toda su vida pasó tratando de lucir lo más normal posible, ya que era el hijo único del matrimonio Tweak, dueños de una exportadora de granos de café, debía dar una imagen digna como heredero.

Richard Tweak había aceptado que su hijo viajara con Jimbo Kern a las indias para ayudar en la embarcación de seda y perfume, era un viaje común en la ciudad pesquera, Tweek jamás aceptó pero fue, después de todo trataba de ser un joven lo más correcto posible y estaría deshonrando a su jodida familia si no iba.

El viaje se desvió, el oleaje era amplió, hubo una tormenta en medio de la travesía de la carabela europea, la lluvia caía e impactaba con fuerza sobre la superficie de madera, Tweek viajaba con un grupo pequeño, el ir a ese sitio era algo de rutina para su pueblo costero que debía financiar a la capital, pero en ese momento no sentía que fuera un viaje seguro, sus comunes nervios le hacían sentir un revoltijo inconmensurable dentro de sí.

Los golpes del agua, las olas, la lluvia y la fuerte ventisca asustaban a los navegantes, pero ninguno lo exteriorizaba, más bien luchaban por mantener estable la embarcación, en vano.

La verdad, Tweek no recuerda mucho después de eso, más que la imagen de la costa de una isla con frondosos arboles tropicales, con él mismo recostado en la arena. Pensar en que probablemente todos sus compañeros de viaje estuvieran muertos le hizo sentir temeroso, aunque no pudo pensar mucho, inmediatamente luego de eso cayó rendido.

Y... despertó allí.

Parecía estar cubierto por una gruesa manta, además de estar bajo una carpa, sentía murmullos de una lengua desconocida a su oído, su garganta soltó un quejido que al parecer alertó a quien quiera que fuera que estuviera a su alrededor, que parecía ser más de una persona.

Abrió sus ojos con cierto temor, a su alrededor un grupo de cinco mujeres se mostraban sonrientes, eran muchachas delgadas y de su estatura probablemente, de ojos oscuros y rasgados, brillantes. Su piel era de un color canela y su cabello largo y oscuro, de cara delgada y nariz alargada, se parecían bastantes unas a otras.

Tweek se sentó, haciendo que la amplia manta descendiera a su regazo, en ese momento su cabello lucía aún más desordenado que habitualmente. El grupo al unisonó se apoyó sobre sus rodillas y seguidamente se inclinaron en una reverencia a su persona. 

─ H-Hola, disculpen Su voz se escuchó notablemente rasposa, tosió suave y de inmediato una de las mujeres se irguió y le extendió un cuenco de greda dentro del cual había agua potable, la bebió y su garganta por fin dejo de quemar como el jodido infierno ─ Gracias ¿U-Ustedes me podrían decir donde estoy?

Las mujeres giraron sus rostros interrogantes para seguidamente comenzar a hablar en su extraña lengua de forma que Tweek no capto nada, las cinco muchachas parecieron olvidar su presencia porque comenzaron a hablar entre ellas haciendo caso omiso a su duda.  Cuando su conversación pareció acabar al unisono miraron al rubio y hicieron una reverencia a la vez que salían por la puerta que, en verdad era una abertura en esa tienda de tela.

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