Un Campamento Embrujado

Capítulo 10

Los campistas se acercaron con sus brochetas extendidas a la fogata ardiente, esperando que el calor de las llamas las cocinara lo suficiente para poder comerlas, por su parte, Suga se mantenía vigilando a los de primero, aún angustiado por que los chicos se encontraran asustados debido a lo que habían visto por la tarde, sin embargo, parecía que no había de que preocuparse, Hinata y Kageyama estaban salivando sobre su centésima brocheta mientras que Yamaguchi y Tsukishima se habían acercado al pequeño círculo de jóvenes que se había formado alrededor de Ennoshita.

Curioso, el platinado se acercó a donde se encontraban sus compañeros, notando la presencia de los miembros de otros equipos sentados en el césped, Inuoka, Kunimi, Yahaba, Kinoshita, Lev y por supuesto Tsukishima y Yamaguchi, escuchaban con atención lo que el pelinegro les decía.

–En mi familia existe una creencia sobre la aparición de luces flotantes, se dice, que hay almas que al morir no se les permite partir de la tierra, ni al cielo, ni al infierno, por lo que continúan vagando por el mundo, algunas de ellas están tan llenas de rencor y enojo que se consumen en su odio tratando de vengarse y queriendo hacer daño a los que están vivos, mientras, que otras tratan de obtener méritos para poder alcanzar el purgatorio– les contó, observando las expresiones interesadas de los chicos.

–Así que, cuando una persona ve una luz flotante de un color blanquesino, casi transparente, debe ofrecer una oración, mientras que, si es una luz oscura, debes alejarte lo más rápido posible o espantarla con algún amuleto de protección– se sacó por el cuello de su sudadera, un collar tejido con hilo marrón del que colgaba un pequeño bote de cristal que encerraba un pedazo de tela, quitándoselo del cuello, lo colocó en la palma de su mano para que los demás pudieran observarlo.

–¿Qué es eso Ennoshita?- preguntó interesado Yahaba observando el pequeño colgante en su mano –Es un amuleto de protección que me dio mi madre, ha pertenecido a mi familia por generaciones, el pedazo de tela es una reliquia de un fray que se dedicaba a realizar exorcismos– respondió, ganándole la risa por la cara de asustados que traían todos.

–Esa historia no la sabía– decidió intervenir Suga, poniendo sus manos en los hombros del no.6, a modo de reprimenda, apretándolos sin usar demasiada fuerza; uno de los hobbies de Ennoshita se había vuelto asustar a sus compañeros, pero, al final eran Daichi y él, los que tenían que lidiar a la noche con un grupo de adolescentes aterrorizados, aunque, a decir verdad, la culpa la tenía la bola de escandalosos por estar rogando a escuchar ese tipo de historias.

–Hehehe... ellos me lo pidieron– se defendió el pelinegro.

–Venga, acérquense a Yaku les va a estar llenando su vaso con chocolate caliente– les dijo Suga para hacerlos unirse a los demás

Los chicos se pararon a regañadientes, después de todo la historia que les contaba el de segundo era sumamente atrayente, él chico se sacudió el pasto y se colocó de nuevo el amuleto en el cuello, a punto de seguir al resto, pero la mano de Tsukishima lo detuvo en su lugar.

–¿Qué pasa Tsukki? – le peguntó –¿Alguna vez ha visto... o alguien le ha contado sobre algo como lo que vimos esta tarde? ¿Sabe qué significa? – el rubio lo miraba con una expresión seria y de intriga; la pregunta lo descoloco por un momento y no estaba seguro si decirle la verdad o mentir ­–La verdad, por favor– le pidió el numero 11 como si hubiera leído lo que estaba pensando, sosteniendo la mano del pecoso quien también lo miraba expectante –Está bien- suspiró.

–Algo que siempre deben tener presente es que, así como existen personas buenas también existen las que son malas y hay algunas que se dedican a tratar de ocupar la energía oscura para lograr su cometido, por lo que a veces las personas recurren a hacer ciertos rituales que les va a otorgar lo que desean, como, por ejemplo, hacer daño a alguien más– trato de ser lo más breve posible, omitiendo algunas partes para no afectar a los otros dos.