Casualidad

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O cinco veces en las que Pedro y Martín se encontraron por casualidad y una en la que no.

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La primera vez que Pedro y Martín se encontraron pasó prácticamente desapercibida por los dos, después de todo en la tienda había muchas más personas por eso de las ofertas de cambio de temporada. Dicho sea de paso, Pedro no estaba ahí por voluntad propia, sino porque Itzel había insistido en llevarlo de compras, lo cual significaba que mientras su hermana se peleaba por conseguir un vestido de su talla, Pedro debía esperarla por ahí, con toda la ropa que Itzel ya había elegido.

Entre el montón de ropa, el montón de gente y el montón de voces provenientes de todas partes, el hombre alto y rubio que pasó a su lado, con la mirada en alto y una sonrisa en su rostro, fue simplemente alguien más. Sí, sus miradas se cruzaron; sí, Pedro pensó que aquel hombre no tenía cara de estar ahí contra su voluntad —como él—; y sí, también pensó que la naturaleza era tan cruel al crear hacer que tanta hermosura se concentrará en solo una persona, pero eso fue todo.

El grito de guerra de Itzel cuando alguien tomó el vestido que ella quería justo al mismo tiempo, lo distrajo de cualquier otra situación. (Su hermana a veces se tomaba muy en serio cuando se trataba de competir, y Pedro no quería que se repitiera el incidente del 2010. Nadie quiere repetir lo que pasó en el 2010. Es más: nadie quiere hablar de lo que pasó en el 2010).

La segunda vez que Martín y Pedro se encontraron, fue en un café en el centro de la ciudad. Justo a dos cuadras se llevaba a cabo la reinauguración del Starbucks que estuvieron remodelando por un mes y parecía que media ciudad se encontraba amontonada en aquel lugar. Martín sólo quería café: eran las nueve de la mañana y toda la madrugada se la pasó reescribiendo un reportaje que perdió cuando su computadora murió y no pudo recuperar toda su información, lo cual era horrible porque su cierre de edición en la revista en la que trabajaba era pronto. En resumen: todo era un desastre. Y claro, un Martín sin cafeína tan temprano por la mañana (y no importa lo que diga Sebas, antes de las 9 a.m. es demasiado temprano) no funcionaba de la misma manera que un Martín bien despierto a las dos o tres de la tarde.

Así que mientras todas las personas se dirigían al nuevo establecimiento (y el simple hecho de ver a tanta gente le provocó dolor de cabeza y cierto mal humor), él decidió ir a un lugar que se encontraba a unas cuadras. Cuando entró, el aroma a café recién preparado fue más que suficiente para arrancarle una sonrisa del rostro. Dentro sólo había un cliente más, sentado en una mesa cerca de la barra, donde dos chicas hablaban sobre el "renacimiento" de Starbucks.

—¡Pero está tan sobrevalorado, Itz! —exclamó una de ellas levantando las manos dramáticamente.

—Ya sé, Cata, ya sé.

El cliente que se encontraba cerca de ellas rio por lo bajo sin levantar la mirada de su móvil y las otras dos siguieron con su discusión hasta que Martín se acercó. Una de ellas le dijo con una sonrisa que tomara asiento y que en un momento le llevaría la carta. El otro cliente levantó el rostro y cuando sus miradas se encontraron, hubo un instante de reconocimiento mutuo, pero nada más. Pedro regresó la mirada a su teléfono y Martín se hundió en un sofá junto a la ventana.

En la media hora que estuvieron ahí, ninguno prestó verdadera atención a la presencia del otro.

La tercera vez que Pedro vio a Martín, fue en la biblioteca. No es que Pedro visitara la biblioteca muy seguido, en realidad solía pasar más tiempo fuera de ella, esperando a su hermana o a algún amigo, que adentro. Pero aquel día el sol estaba más brillante que otras veces, el cielo más azul que en otro momento y en general, hacía tan buen clima, que todo el mundo había decidido salir de sus casas y pasar el rato afuera. Y no es que a Pedro no le gustase pasar tiempo fuera, al aire libre y con otras personas, pero había momentos en los que simplemente necesitaba algo de paz.

[Latin Hetalia] Colección ArgenméxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora