El solo dolor de cabeza se hacía realmente insoportable, abriendo apenas los ojos, Semth visualizó nuevamente la cara de su enemigo. El gigantesco, y extraño, elfo sonreía mientras presionaba, tan solo un poco, la hermosa espada de cristal con que ágilmente había vencido a Semth hace tan solo unos instantes.
— ¿Debería matarte? — Preguntó Gadrielis mientras una fina hebra de sangre corría por el cuello de Semth — ¿Debería castigar tu impertinencia al querer robar mi espada?
El compañero d Semth había huido, como era de esperarse, dejando al elfo combatir solo contra un magnifico oponente, Semth sin embargo, se negaba a rendirse o a morir de aquella ridícula manera: fracasando cuando todos sus compañeros habían tenido éxito en sus pruebas.
— Aún puedes entregarme la espada sin que te mate — Semth dio por repuesta aquella única amenaza.
Y aunque su enemigo dudó por un segundo ante las amenazas del joven elfo, sonrió ante la bravuconada de este.
— ¿Tú matarme, a mi? — Ironizó su Gadrielis — Muchacho, obviamente no te has dado cuenta de tu posición: estas muriendo en el suelo de mi sala, con apenas fuerzas para hablar y cuando incluso tu extraña fruta mascota te ha abandonado.
El elfo piso la mano de Semth solo por el placer de causarle un mayor dolor, sin embargo el rostro del Semth no se inmutó a pesar de los esfuerzos de su enemigo. Frustrado su atacante clavó el filo de la espada en la pierda de del elfo caído, sonriendo al ver como manaba abundantemente la sangre desde la herida.
— ¿Aún sin gritar por el dolor? — la voz de Gadrielis pasó de confiada a molesta — ni creas que te dejaré morir tan fácilmente… más bien te torturare por días…hasta quitarte ese estúpido rostro autosuficiente.
Tomando a Semth por el brazo, lo sentó en una silla, y convocando un hechizo de fuego cauterizó la herida de su pierna, dejando una herida y una piel casi carbonizada por la intensidad del fuego. El dolor era intenso, pero Semth solo debía esperar un segundo, tan solo un segundo más… el plan sin suda estaba dando resultado, la soberbia de su oponente lo cegaba y le impedía ver lo que estaba ocurriendo en realidad.
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Flidewick esperaba con tranquilidad siguiendo el plan que habían trazado con el joven elfo: lo primero era aguardar mientras el oponente de su compañero se confiaba en su propia experticia.
Flidewick recordó como Pegembara, dejando de lado las canciones que entonaban sus compañeros, había ido directo al grano... sin rima, sin música sin gentiles avisos. Simplemente se había presentado y había planteado su requerimiento: quería la espada de cristal que un cruel elfo guerrero poseía. Les había advertido sobre las habilidades de su posible oponente: alto dominio del fuego mediante hechizos elementales y una formidable capacidad de combate cuerpo a cuerpo, en adición a esto, dichas habilidades eran maximizadas hasta alcanzar un nivel formidable gracias a la espada que buscaba el dragón.
Finalmente el rey dragón se ahorró el presentarles una serie de pruebas preliminares o algún camino que recorrer, como habían hecho todos sus hermanos, y los había tele transportado directamente a la puerta de su enemigo. Sin embargo, ellos habían decidido alejarse del lugar hasta trazar un plan.
Semth planteó varias estrategias a seguir, casi todas basadas en la fuerza y destreza del elfo, pues, a su entender, el bayo no era ni tan siquiera una molestia como enemigo de su oponente. Todas estas estrategias, sin embargo, presentaban un gravísimo punto débil: si el enemigo era más poderoso que el joven elfo, ambos fracasarían en su prueba y Semth, perdería la vida, por lo cual el Bayo siempre objetaba los planes sugiriendo algunos que se basaban más en su astucia que en la colaboración del elfo.
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Nathalie y los Portadores de los Elementos
FantasíaLa vida de Nathalie, una muchacha que asegura tener como amigo a un silfo, conoce auqella mañana a Felipe, un nuevo vecino que comparte importantes momentos con ella Tras un trágico suceso, Nathy descubrirá que puede vivir una serie de aventuras que...