─sᴀɴɢʀᴇ

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Miré el reloj del almacén por quinta vez en dos minutos. Estaba ansiosa, necesitaba saber cómo iba todo por la casa de los Cullen. Me habían prohibido aparecerme por allí hasta que ocurriera la llegada de los Vulturis. Más de dieciocho vampiros bebedores de sangre humana se encontraban en Forks dispuestos a ayudar a la familia, pero no a comer animales.

Finn iba de un lado al otro limpiando los suelos. Esa tarde habíamos decidido cambiar de rutina sólo porque él me notaba inestable como para estar parada toda la tarde. Claramente se lo agradecí.

Apoyé mi cabeza sobre el mostrador, intentando apaciguar el dolor que me hacía querer morir. No sabía si era por el cansancio, por el estrés o el miedo, pero era insoportable. Ni las píldoras podían ayudarme.

—Deberías ir a casa —aconsejó Finn mientras se acercaba al mostrador.

—No, no —negué levantando la cabeza para mirarlo—. Hace semanas que vengo fallando, no puedo dejarte con todo aquí.

—Exactamente por ese mismo motivo puedes irte —dijo con una sonrisa—. ¿Cómo crees que me las apañé antes de que te contrataran o durante estos días que llegabas tarde o ni siquiera llegabas?

—Bueno, pero ahora estoy aquí —comenté parándome del asiento.

—Y estás siendo de mucha ayuda.

Sus palabras sonaban divertidas, pero aquello me había molestado un poco. Por más que intentara ayudar, no servía en ningún lugar. Ni en lo de los Cullen ni en el almacén.

Mis ojos se alumbraron cuando vi a Embry y a Quil entrar justo en el momento que decidía tomar mi mochila y largarme de allí. Esperé ansiosa a que me saludaran, pero sólo Quil fue el que me regaló un gesto de cabeza. Embry, por su parte, me dedicó una mirada, pero la sacó con rapidez, con un gesto serio en su rostro que me indicó que no era agradable tenerme allí.

Decidí irme porque ya no me interesaba si me despedían o no, o si mis amigos ya no querían hablarme, en cuestión de semanas yo ya no estaría aquí. No saludé a Finn cuando tomé mi bolso y marché hacia la camioneta de Bella, no estaba con ánimos de pegarle una patada en las costillas. El pobre sólo quería ayudarme aunque no supiera que no había nada ni nadie que lograra sacarme del problema en el que estaba metida.

Me subí al auto y arranqué hacia La Push. Sabía que mi madre estaría dando vueltas con Sue, por lo que aproveché para visitar y, si tenía suerte, saber algo sobre lo que ocurría en lo de los Cullen.

Pero algo que vi por el rabillo del ojo me hizo detenerme inmediatamente a mitad de la carretera.

Miré por el espejo retrovisor. Estaba segura de haber visto a un niño allí, caminando tranquilamente, en el que no me había detenido ni dos segundos por estar pensando en mi hermana, pero ahora solo era un manchón negro retorciéndose en el suelo.

Bajé y corrí velozmente hacia donde se suponía que estaba el pequeño muchacho. Mis ojos se abrieron como platos. Allí no había nada humano, sino un pequeño lobo.

Sus ojos me estudiaron con miedo y empezó a caminar hacia atrás, chocándose con cada rama y tronco que se interponía en su camino. Estaba mareado, sin comprender qué acababa de ocurrirle y con miedo de lo que yo pudiera ser capaz de hacerle. 

𝐎𝐍𝐋𝐘 𝐇𝐄𝐑³ | jacob blackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora