Capitulo 56

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Narra Pablo...

Marizza estuvo muy deprimida toda la semana. Nos estabamos quedando en mi departamento hasta que ella se sienta mejor. Sonia y Franco vinieron varias veces queriendo hablar con ella pero Mar les gritaba hechandolos, así que dejaron de insistir.

Me dolía verla así. Ella siempre fue la mina mas feliz que conocí. Ahora verla tan triste, vulnerable, sin ganas de nada, era realmente doloroso.

—Amor, te traje estas tostaditas con dulce de leche— dije llevandole a la cama una bandeja con tostadas y un jugo se naranja, su favorito.

—No quiero— susurró y se dió vuelta dandome la espalda.

Dejé la bandeja en la mesita de luz y me acoste a su lado abrazandola por la espalda.

—Tenés que comer princesa, hace una semana que solo venís tomando agua— le susurré.

—Me siento mal Pablo— dijo con la voz quebrada.

—¿Necesitas hablar? Sabés que podes contarme lo que quieras ¿no?

Se dió vuelta y me miró a los ojos con una leve sonrisa triste.

—Gracias por hacer que intente sentirme mejor— se acercó y me dió un beso que no duró ni mucho ni poco, solo lo necesario para volver a probar sus hermosos labios después de una semana.

—Yo te queria pedir perdón— susurré —Se que tenía que decirte, y lo menos que quer...

—Ya pasó Pablo— me interrumpió.

—No, yo no quiero que esyes enojada o que tengad algún resentimiento conmigo. Te decía que lo menos que quería era lastimarte, no debí ocultarte nada. Pero Sonia me prometió que te lo iba decir ella junto a Franco, y me hizo prometer a mí que no te diría nada. Perdón por todo eso y por estar algo distante estos meses.

—Tranquilo mi amor, te perdono— sonrió con lágrimas en los ojos —Yo... yo de verdad pensaba que Franco era el mejor papá del mundo. Cuando era chiquita en mi cunpleaños, a Mia le habían regalado una corona y un vestido de princesas, y a mí me regalaron unas cuantas pistolas de agua. Yo era algo varoníl en ese entonces, pero cuando vi a Mia toda hermosa vestida con la corona y el vestido me enojé y me escondí. Papá... Bueno, Franco fue el que me encontró y se sentó a mi lado ya que estaba sentada llorando en el sótano. Él me preguntó que me pasaba y yo le conté, solo tenía seis años. Después de eso me llevó al shopping y me compró un vestido y la corona de princesas. Ese día habíamos ido a comer helado y le dije que era el mejor papá del mundo, él me había dicho Perdón por no ser quien crees, y yo era chiquita, en ese momento no entendía tanto pero ahora entiendo a que se refería— contó ya llorando.

—Estoy seguro que el te ama aunque no seas su hija— la abracé.

—Y no tengo dudas de ello, solo que... No puedo afrontar la realidad. Quiero volver a cuando era chiquita y él era mi único héroe, a cuando pensaba que era mi papá.

Rompió a llorar y la acurruqué en mi pecho acariciando su cabeza.

—Ya vas a estar mejor mi amor, si querés llamo a Sonia y Franco para que vengan y hablen con vos— sugerí.

—No, no tengo ganas, estoy enojada con ellos— se separó de mí y limpió sus lagrimas con la mano —Estoy hecha un desastre— llevó las manps hacia su pelo e hizo una mueca.

—Vas a ser hermosa siempre— sonreí mirándola con ternura.

—Ya vamos faltando una semana, nos vamos a quedar libres si seguimos así— suspiró —Tenemos que volver al colegio.

—No volvamos si no querés— acaricié su mejilla.

—No quiero, pero tenemos que ir— sonrió con menos tristeza.

—¿No me acompañás primero a lo de mi viejo? Dijo que tiene que presentarme a alguien.

—Bueno dale, pero primero pasemos por una peluquería para que me arreglen el desastre que tengo en el pelo.

—Vamos loquita— le dí un beso en la mejilla y se paró para ir a darse un baño.

[...]

Cuando salimos de la peluquería, Marizza se había puesto extenciones así que tardamos un buen rato porque al tener ahora el pelo corto era dificil, pero pudieron y le queda hermoso el pelo castaño claro, aunque un poquito mas oscuro que el mío.

Subimos a mi auto y fuimos a mi casa, eran las cinco de la tarde y no comimos nada así que queremos llegar a mi casa para decirle a la mucama que nos cocine algo.

Al llegar tocamos en timbre y vi a Marizza cabizbaja.

—Ey amor no te sientas mal, vas a ver que todo ya va pasar— la abracé.

—Hola Pablo— abrió Inés la puerta —Hola Marizza, pasen.

Entramos agarrados de la mano y caminamos hacia el living donde estaba mi papá sentado con Mia y Manuel en frente de él.

—Marizza— susurró Mia y sonrió levantandose para abrazar a su hermana.

—Fosforito— Manuel hizo lo mismo levantandose para abrazar a mi novia.

—Lindo reencuentro pero vengan a sentarse— dijo mi papá y Marizza rodó los ojos.

Se que a ella le cae mal por la vez que me pegó, pero supongo que tolera estar cerca de él por mí.

Nos sentamos los cuatro en el sillón grande donde anteriormente estaban sentados Mia y Manu.

—Para que nos llamaste papá— preguntó Manuel.

—Les quiero presentar a alguien— respondió.

El timbre de la casa sonó y rápidamente Inés se paró para ir a abrir, al principio no pudimos ver de quien se trataba porque Inés recibió a esa persona con un largo abrazo, pero cuando papá carraspeó se separaron y dejó ver a un chico.

—Javier, te presento a mis hijos Manuel y Pablo, chicos él es Javier el hijo de Inés— le dijo mi papá sonriendole.

—A nosotros nunca nos sonrió así— susurró Manuel.

—Dejálo es un chupa media— le devolví el susurro.

—Hola chicos, encantado de conocerlos— dijo el tal Javier dandonos la mano —¿Y estas preciosuras quienes son?— preguntó mirando a Marizza.

Ella se movió incómoda ante el recorrido con la mirada que le hizo Javier, y por instinto se pegó a mí agarrandole la mano.

—Yo soy Marizza— le contestó incómoda.

—MI novia— recalqué el "mi".

—Yo soy Mia, la hermana de Marizza y novia de Manuel— se presentó Mia.

—Bueno chicos, Javier va ir al colegio con ustedes. ¿Por qué no se conocen y se hacen amigos?— dijo Inés.

—Vamos Inés, dejemoslos solos así se conocen— Papá agarró la mano de la mujer y ambos salieron al patio trasero.

—¿Como estás?— le preguntó Mia a su hermana.

—Trato de llevar todo bien— se encogió de hombros Marizza.

—Marizza, papá y mamá tienen que hablar con vos, ellos también están mal— Mia estiró su mano hasta agarrar la de Marizza.

—No quiero hablar con ellos Mia— quitó la mano de la suya.

—Cuando se sienta mejor yo mismo la voy a llevar a que hable con Sonia y Franco— hablé abrazando a mi novia.

Estuvimos hablando entre lo cuatro hasta que tocieron en frente nuestro y nos acordamos que estaba Javier.

—Uy perdón, pensamos que te fuiste— dijo Marizza apenada.

—En ningún momento me levanté— contestó divertido sin despegar la vista de mi novia.

Ya me cae mal.

Polos OpuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora