~Línea telefónica~

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—¿Hola? —dijo él. Su voz tenía el tono grave propia de la masculina, pero definitivamente no era la de alguien de 50 años.
—Hola —saludó ella, tímidamente.
—Wow, qué bonita voz —respondió Allen—. Es dulce.
—Gracias.
—¿Cómo estás?
—Lo dices como si no hubiésemos estado hablando todo el día —dijo ella, riendo.
—Amy Rose, como vuelvas a reír lo del anillo será en serio —murmuró él.
—Estoy... nerviosa —respondió ella, finalmente—. ¿Y tú?
—Yo estoy encantado —le dijo Allen.
—Basta, tonto —musitó, volviendo a reír—. Deja de decirme esas cosas.
—Lo siento, es que no lo puedo evitar —se excusó—. Amy Rose, ¿puedo pedirte algo?
—Pues sí, ¿qué pasa?
—¿Leerías algo para mí?
—¿Leer? ¿Qué cosa? —inquirió ella.
—Lo que sea. Algo que tengas a mano.
—Bien, espera un segundo. —Se alejó de la línea un momento, mientras que Allen esperaba, con el corazón en la boca. Luego, comenzó a decir, de forma clara y segura:— "No puedo hablar de nuestra historia de amor, así que hablaré de matemáticas. No soy matemática, pero de algo estoy segura: entre el 0 y el 1 hay infinitos números. Están el 0.1, el 0.12, el 0.112 y toda una infinita colección de otros números. Por supuesto, entre el 0 y el 2 también hay una serie de números infinita, pero mayor, y entre el 0 y un millón. Hay infinitos más grandes que otros. Nos lo enseñó un escritor que nos gustaba. En estos días, a menudo siento que me fastidia que mi serie sea tan breve. Quiero más números de los que seguramente obtendré, y quiero más números para Augustus de los que obtuvo. Pero, Gus, amor mío, no puedo expresar lo mucho que te agradezco nuestro pequeño infinito. No lo cambiaría por el mundo entero. Me has dado una eternidad en estos días contados, y te doy las gracias."
—Bajo la misma estrella —reconoció, sorprendido—. Fue hermoso —murmuró, suavemente—. Gracias.
—No hay de qué.
—¿Entonces, sigues creyendo que soy un viejo verde?
Ella rió dulcemente.
—No.
—¿Y... sigues nerviosa?
—Sí —le dijo.
—¿Por qué? —pregunto Allen, preocupado.
—Porque me voy a enamorar de ti —respondió ella—. Y porque ahora que me has llamado me he dado cuenta de algo muy peligroso.
—¿De qué? —inquirió él.
—De que nuestros números tienen la misma característica —confesó ella—. Vivimos en la misma ciudad.

Amy RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora