Parte 3

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Matsuri 3

El pelirrojo me mira, se está divirtiendo —¿En serio pensaste que no daría contigo? —me muestra su celular—. Es malo poner todo en internet, ¿sabías? —se está divirtiendo.

Debo poner todos mis perfiles en privado. Este chico es un fastidio... pero al menos es este loco y no el otro.

—¿Por qué me estás siguiendo? —preguntó, sin embargo, por alguna razón que no comprendo su presencia no me asusta tanto. Y, no tengo a donde huir.

—Necesito hablar conmigo —me dice, tranquilo, pero sin mirarme—. Tú viste lo mismo que yo la otra noche ¿no es así? Sabes que estás en peligro, lo estamos.

¿Por qué habla en plural? ¿Estamos en peligro?

—¿Estamos? —suspiro—. Mira, yo no sé qué fue lo de la otra noche y no me importa, todo lo que sé es que tú —lo golpeo con un dedo en el pecho—. Eres un acosador y un pervertido.

Él ríe ¿Por qué ríe? —No soy un acosador —responde—. Matsuri, esto es serio, ese hombre nos busca a los dos para vengarse

—¿Vengarse? ¿De qué?

El autobús se detiene, el pelirrojo me toma de la mano y me obliga a bajar junto a él, intento zafarme, pero me sostiene con fuerza y me conduce hasta un parque infantil. Al menos hay gente a lo lejos. Madres que quizá me ayuden si grito demasiado.

—¡Ya suéltame! —le grito—. Ni siquiera sé quién eres y aún no me has dicho cómo sabes mi nombre —tan solo quiero que me deje en paz ¿Por qué no me deja en paz?

Me mira fijamente, y no puedo dejar de ver sus familiares ojos.

—Tú sí sabes mi nombre, lo sabes. Así que dilo —dice.

¿Yo lo sé? ¿Cómo lo sabría?

¿Dónde lo he visto? ¿Dónde lo he visto? ¿Dónde lo he visto?

—Tú me conoces, Matsuri —dice, de nuevo.

¿Dónde lo he visto?

—Eres Gaara —la respuesta se me resbala entre los labios. Ahora recuerdo donde lo he visto, es el chico que a veces aparece en mis sueños. Es él. Estoy segura.

Gaara asiente y me sonríe. Todo es muy extraño... ¿Es posible encontrar a alguien que solo has visto en sueño?

Me siento en el columpio detrás de mí y él, de pie, me mira contento.

¿Estoy loca también? Esto es completamente irreal.

—Te lo puedo explicar —me dice—. ¿Sí?

Asiento ligeramente. Quizá si lo dejo hablar todo esto tenga una explicación razonable.

—Bien, veamos... ¿Cómo lo resumo?

—Solo dilo —le digo, todo esto es muy desesperante.

—Bien, bien. ¿Conoces los mitos de la época feudal japonesa? ¿Los ninjas y las aldeas escondidas?

—Por supuesto que los conozco —le digo con fastidio. Los he estudiado a fondo.

—Bien. ¿Recuerdas la Aldea de la Arena, también llamada Suna? Estaba ubicada en...

—Sí, sí lo sé ¿Qué tiene que ver con tu explicación? —me está tomando el pelo

—Bien, disculpa, ¡Ah! —se pasa las manos por el cabello. Lo que sea que quiera decir no tiene sentido—. Bien, bien. Bueno me creerías si te dijera que esas leyendas no son leyendas.

Relojes de Arena (Matsuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora