4. Caput quattuor

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Luego de recordar esa horrible noche donde me había lastimado tanto física como mentalmente por primera vez y que quedaría grabado en mi mente por el resto de mi vida, y que repetía cada noche en la que se embriagaba me centre en la persona que acababa de cruzar el marco de la puerta.

David.

Maldita sea.

―Hola pequeña― Habla entre dientes mientras cruza de la sala a la cocina tambaleándose. Llega a la cocina y comienza a revisar el refrigerador desesperado mientras yo lo veo desde el principio de las escaleras en la sala.

Odio cuando me llama así.

― ¿Que buscas?― Demando mientras mis ojos lo siguen, no puedo dejar de verlo. Cuando se encuentra en ese estado es muchísimo más peligroso de lo que ya era.

―Estoy buscando cerveza, niña...―arrastra las palabras de tal forma que por poco podía entender lo que decía, de repente se levantó bruscamente, sus ojos me escaneaban de arriba abajo fijamente, pareciera que intentara buscar algo en mi―Hoy te ves muy bonita Arlet.

Cuando el arrastraba las palabras significaba que esta muchísimo peor de lo que imaginaba.

Lo examine con cautela, y lo note: ojos rojos, mirada perdida, hombros caídos, arrastraba las palabras y se trababa al hablar.

Esta drogado.

―Ni lo pienses David. ―Exclame con firmeza ―he pasado 5 años de mi vida, soportando este maldito infierno, no pienso dejar que me toques ni un jodido pelo, ni a mí, ni a mis hermanas ¿me escuchaste, idiota? ― mi tono era demandante, ya estaba cansada de esto.

―Oh vamos muñeca, nos divertiremos como lo hacíamos antes― Cerro el refrigerador con fuerza y volteo a verme, tenía esa maldita sonrisa en el rostro.

Ya estoy cansada.

Me encuentro alejada de las escaleras y sin darme cuenta, mi cuerpo actúa por voluntad propia, ya estaba caminando con pasos firme hacia él, con una furia inexplicable en mi cuerpo.

Mi mano derecha hizo contacto con su rostro, ni yo sé de donde saque tanta fuerza, pero sentí una gran satisfacción al notar que le rompí el labio inferior. Lo siguiente que dije lo grite tanto que ni siquiera me importo si mis hermanas escuchaban.

―Tu jamás volverás a tocar mi cuerpo bastardo de mierda―le escupí furiosa― ¡JAMÁS!― Estaba dispuesta a irme pero él me tomo por el brazo y me estampo contra la pared.

Me miró fijamente, olía a alcohol y cigarrillo, asco.

―A donde te crees que vas linda― acaricio mi mejilla, intente apartar mi rostro para evitar su contacto, pero la caricia se volvió en un agarre firme en mi mentón, y bruscamente me obligo a observarlo, sus ojos eran lujuriosos―A mí nadie me dice que hacer niña― Su mano fue directo a mi cuello cortándome la respiración, intenta posar sus labios sobre los míos, me estaba asfixiando, mis pulmones no encontraban el aire y comencé a patalear, a pelear, mis manos se cerraron en puños tratando de pegarle, pero él no soltaba el agarre.

Mientras yo trataba de zafarme de David se escuchó la puerta principal abriéndose, él se distrajo con el sonido, quite sus manos de golpe y avance unos pasos tratando de llegar a las escaleras, el al darse cuenta fue detrás de mí, y me estampo contra la pared.

Intento besarme, su lengua hizo contacto con mi cuello, y mientras yo luchaba, Astrid entro a la cocina, la sentí llegar al lado de nosotros y al parecer David no pareció notar su presencia porque él seguía tratando de besar cada parte de mí.

En eso Astrid me quita a David de encima e hizo algo que me tomo de desprevenida, todo paso tan rápido que no había sentido el ardor de mi mejilla.

Palacio de sangre © [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora