15. Caput quindecim.

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Arlet Everhart.

El tiempo corría en nuestra contra, ninguno sabía si tres meses serían suficientes para prepararnos, pero confiaba en que Emil era capaz de entrenarnos para lo que sea que íbamos a enfrentar.

Me sentí rara desde aquel momento en que él nos dijo todo, mi mente se encuentra difusa, siento como a medida que van pasando los días voy perdiendo el control sobre mi cuerpo, siento como si otra persona estuviera en él. No sé lo que he hecho en estos cinco días, lo único que recuerdo es haber tenido a Matteo en mis brazos durante un largo periodo de tiempo, los ojos azules reconfortantes de Michelle y la dulce voz de Mary llamándome "mamá".

Recuerdo que después de escuchar aquello salí de su habitación, recosté mi espalda en la pared del pasillo intentando no llorar de emoción, era una sensación reconfortante llena de paz absoluta. No sé cómo he logrado hacerlo, pero esa simple palabra me motivo y me animo a salir de mi trance, no íbamos a poner nuestras vidas en peligro para que después todo se fuera por la borda, me necesitaban al cien por cierto en mis cabales y eso era lo que iba a hacer.

Tomo el agua del grifo con ambas manos y las paso por mi cara, el contacto del agua fría con mi piel hace que esté un poco más despierta, me miro por el espejo unos segundos, tomando respiraciones profundas y con mi vista únicamente en mi rostro, es la forma más rápida de calmar mi respiración acelerada.

Hoy Emil nos dirá todo el plan y lo pondríamos en marcha.

Salgo del baño con cuidado de no cerrar muy fuerte la puerta, aún es de madrugada, cuando estoy muy ansiosa suelo despertarme muy temprano y pensar mucho en lo que me causa esa ansiedad. Justo cuando doy un paso al frente la puerta de mi habitación se abre y puedo ver a Mich mirarme con cara de odio.

Me quedo estática en mi posición, ella avanza unos pasos y se queda justo en frente de mí.

―¿Puedes quitarte o te vas a quedar ahí parada viéndome? ― pregunta en tono ronco con cierta amargura en la voz.

Y esa era la faceta que menos me gustaba de ella.

Muy Aries de su parte la verdad.

Me hago a un lado con cuidado y ella pasa con rapidez cerrando la puerta de golpe. Yo doy un brinco en mi lugar y asomo mi cabeza en las otras habitaciones asegurándome que mi otra hermana y Matteo no despierten.

Me preguntaba cómo había tomado Mich todo el asunto, es decir, sabía que lo había tomado mucho mejor que yo, o eso aparentaba, se veía incluso un poco más animada de lo normal y podría decir que tenía cierto brillo especial en sus ojos a pesar de tener una mirada cansada por los últimos días.

Aunque hoy no se despertó con ánimos para nada.

Nah, ¿tú crees?

Llego hasta la cocina para prepararme un té caliente de hierbas y sentarme a pensar un rato en el sofá, mi sueño se ha esfumado por completo y no iba a intentar dormir porque sabía que no funcionaria.

Tomo la taza con mis manos y me doy la vuelta con intención de sentarme cuando veo a Michelle a final de las escaleras mirándome, no voy a negar que me dio escalofríos al verla ahí.

―Buenos días ―susurro.

―Buenos días ― repite cansada.

―¿Estás bien? ― pregunto preocupada.

Camina hasta quedar en frente de la nevera y me mira incrédula.

―¿Tú que crees?

Había tomado eso como un rotundo deja de hablarme y la rodeo para poder llegar al sofá y sentarme con las piernas en posición de indio.

Palacio de sangre © [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora