5. Caput quinque

68 18 0
                                    

Volví a verificar que la puerta tuviera el seguro, lo tenía, yo misma lo había puesto pero necesitaba asegurarme de que si David venia por nosotras y el bebé, por lo menos podría ganar un poco de tiempo para escapar, con la puerta asegurada.

Verifico que Mary y Matteo estén bien dormidos y abrigados, supongo que hoy dormiremos todos en la misma habitación y prefiero que sea así, no quiero que David quiera tener algún tipo de venganza con mis hermanas y mucho menos a Matteo.

Intento dejar mi paranoia de lado, mientras gano tiempo, haciéndole creer a Michelle que entendía lo que explicaba.

Me está mostrando algo referente a su clase de historia, Noctis logro construir dos instituciones en cada ciudad, en Wradiar, Madnnes e incluso Sword que ya se daba por perdido después de la masacre. Es obligatorio que ingresen todos los niños de cada ciudad, y lo mejor es que Astrid no tiene que pagar por la educación, porque si fuera por ella, nos dejaría, además de sin comida, sin educación dejando que mis hermanas fueran unas mediocres.

Lamentablemente yo nunca tuve la dicha de ir a un instituto a aprender, me hubiera encantado ir y aprender cosas nuevas todos los días, pero creo que no era el momento para poder estar al tanto de mis estudios.

Afortunadamente se lo básico gracias a una persona, yo sé que gracias a esa persona aprendí todo lo que se, leer, escribir, sobre la historia de Sword y de Noctis, y un sinfín de cosas que son útiles en mi día a día.

¿Pero porque no puedo recordar a la persona que me enseño todo esto?

¿Por qué parte de mi infancia es un borrón en mi memoria?

Se con certeza que Astrid no fue y David muchísimo menos.

―Y así es como el planeta tierra, se redujo solo a Noctis creando las 8 naciones que lo conforman―finaliza Mich, cerrando el libro.

Pongo expresión de que entendí todo a la perfección, pero es inútil, es inútil engañar a mi hermana.

―Arlet, ¿me puedes prestar un poco de atención? ―su tono de molestia es evidente―. Mañana tengo un examen importante, te acabo de hablar de todo lo que me aprendí y tú no tienes un poco de decencia de escucharme para que me corrijas si estoy mal.

Posa los brazos sobre su pecho y me mira con ojos furiosos.

―Lo siento hermana, no te escuche y lo reconozco pero con gusto podemos repasarlo juntas, no soy la mejor en el tema de la historia, pero con gusto te ayudare.

―¿Que no eres experta? ―brama indignada ― ¿es una broma cierto? Dime que eso no salió de tu boca.

―Te la pasas leyendo cosas de Noctis cada vez que puedes, te sabes a la perfección como atravesar la obice sin ser detectada, no tengo idea de cómo lo haces, pero eres la reina del engaño, engañaste a los custodes hace días ¿Cómo hiciste para que no nos vieran a ninguno de nosotros?, para que no vieran como atravesamos la obice en frente de sus narices.

Si supiera que yo me hago la misma pregunta.

Mich, basta, no soy ninguna reina del engaño, solo tuvimos suerte ―Mich entrecierra sus ojos, como si supiera que escondo algo.

― ¿Solo tuvimos suerte? ―hace un gesto de confusión y me señala ―algo estas ocultándome, te conozco.

―No estoy ocultando nada, es la verdad ―suelto sin ganas de seguir la conversación, ni yo sé cómo pude hacer eso.

― ¿Enserio crees que puedes ocultarlo?

No tengo más alternativa que decirlo o estoy segura que estará todos los días insistiendo, así que simplemente se lo digo.

Palacio de sangre © [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora