𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐂𝐮𝐚𝐫𝐞𝐧𝐭𝐚 & 𝐍𝐮𝐞𝐯𝐞

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ᴄᴏɴᴛᴇɴɪᴅᴏ ᴀᴅᴜʟᴛᴏ

ᴏʙꜱᴇQᴜɪᴏ

  No importaba que hiciera o cuanto tiempo pasara, era un hecho que no podre sacarme lo de pasar navidad con sus padres de la cabeza, desde que abrí los ojos esta mañana hasta este momento.

Eso me mantenía distraída, aun sentía parte del peso de la ansiedad por la pérdida del bebé, y ahora le sumaba la presión de conocer a sus padres. Se que no tenía que sentirme preocupada, pero no podía evitarlo, ese sentimiento simplemente estaba ahí y no se iba... Me preocupaba el qué dirán, es algo que tampoco debería de importarme mucho, pero era inevitable, era consciente de que mi moral no era la mejor, y sentía que quien sea que me mirase podía ver las cosas que había hecho, mis comportamientos, no estaba orgullosa de esa parte de mí, y me hacía sentir menos, y vulnerable.

Golpe la bola con la punta del palo de billar, volviendo a fallar.

Me hice a un lado dándole espacio a Liam, quien atino a la primera y varias veces más, acabando así con la partida.

— ¿Quieres otra ronda?

— ¿Para qué vuelvas a ganar?

Sus labios delinearon media sonrisa.

— Tu eres un fraude; me dijiste que eras muy buena y no has ganado ninguna.

Me encogí de hombros.

— Supongo que la suerte no está de mi lado.

Deje el palo con los demás y me acerque para tomar las bolas y guardarlas en su lugar.

Hoy habíamos invitado a los chicos a cenar, era mi cumpleaños y Liam se estaba esforzando mucho en hacer este día especial, lo notaba, y yo también me estaba esforzando bastante en disfrutarlo a pesar de que dije que no quería nada por cómo me sentía.

Él sabía cómo estaba, y a pesar de no decir nada no se apartaba de mi lado.

— Deja eso.

Tomo mi mano y me llevo con él, bajamos las escaleras de camino a la cocina. Liam prepararía lasaña para esta noche, esta mañana no se decidía de entre la lasaña y cinco platos diferentes, pero al final opto por ese.

— ¿En qué te ayudo? — Pregunte al ver que empezaba a sacar todos los utensilios.

— Yo me encargo.

Era muy riguroso cuando de cocinar se trataba, aun recordaba lo que me dijo la última vez que intente ayudarlo.

«— Te amo, pero sal de la cocina.»

Subí a la isla de la cocina, trataría de hacerle compañía, aunque ahora mismo no era la persona más indicada para eso.

Sirvió un poco de vino blanco en una copa y me la ofreció; le di un trago.

— ¿Qué tal están tus padres?

— Están bien, hable con mamá esta mañana, te envió saludos.

Murmuro algo que no pude escuchar.

Hablaba todo el tiempo de conocerlos y hacia planes para visitarlos el próximo año. Me causaba una extraña sensación que hiciera tantos planes para el futuro, igualmente me dejaba saber que realmente quiere que funcione.

El timbre de la puerta se escuchó por toda la casa, solté la copa a un lado y bajé de la isla yendo rápidamente a atender antes de que él lo hiciese. Esperaba encontrarme con los chicos, pero no eran ellos, se trataba de Igor.

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