Capítulo 12

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Tristeza, dolor, enfado.

Eran las emociones que sentía Horacio en estos momentos.

Se negaba a creerlo, no quería imaginarse una vida sin su hermano.

Ignoró los gritos de Armando, siguió corriendo hasta llegar a su vehículo y apenas entró arrancó pisando con todas sus fuerzas el acelerador. Tenía que verlo con sus propios ojos, incluso si eso significaba quedarse vacío por dentro.

Frenó el coche con fuerza, el lugar era una bonita pradera, Horacio no se quedó observando el paisaje y corrió hacia una pequeña colina.

Ahí había una pala y dos palos amarrados entre sí formando una cruz. Horacio empezó a cavar, no quería creer ninguna de las palabras que Armando había dicho.

Gustabo no podía estar muerto...

No podía...

Su hermano no estaba muerto...

La pala impacto sobre el suelo, Horacio la había dejado caer.

Cayó de rodillas derramando lágrimas, estaba pálido y tenía la mirada perdida.

Un cadáver en descomposición estaba sobre la tierra, hubiera sido irreconocible de no ser por el cabello rubio y la chaqueta roja que tenía.

Era el cadáver de Gustabo...

Gritó.

Gritó hasta quedarse sin voz, golpeaba el suelo y tironeó su cabello. Pedía con todas sus fuerzas que todo esto fuera mentira, que despertaría de esta pesadilla y vería a su hermano brillar con su linda sonrisa.

Pero jamás despertó, esto era la cruel realidad.

Tomó la pala y con movimientos bruscos volvío a enterrar el cuerpo. Las lágrimas salían a mares y sus nudillos empezaron a ponerse rojos debido a la fuerza con la que agarraba aquel objeto.

Al terminar lanzó la pala lejos, volvió a ver el montón de tierra y le dieron arcadas.

Se sentía traicionado, traicionado con sigo mismo por haber estado en su burbuja alejado de la realidad, traicionado por Gustabo...

- No quería que te enteraras así...

Horacio no se volteó, su mirada estaba baja sin querer ver a la persona que estaba detrás de él.

- ¿Quién eres tú?.

- Soy tu hermano, Gustabo ¿Ya quieres olvidarme tan rápido?.

- Gustabo está muerto...

- Si... Estoy muerto, pero no es tan malo. Puedo verlo todo, soy casi un puto Dios.

Horacio se volteó mirando sin emociones la sonrisa arrogante del rubio. Incluso muerto no dejaba de jugar con su mente.

- ¿Qué eres tú?.

- Sólo estoy velando por ti, si quieres deshacerte de mi tendrás que aceptar mi muerte.

- ¿Me estoy volviendo loco?.

"Gustabo" borró su sonrisa, no le quedaba mucho tiempo.

- No lo estás. Nunca estuviste loco, estoy aquí para disculparme.

- ¿Disculparte?.

- No pude hacerlo en vida así que lo haré ahora. Horacio, lo siento. Te estuve manipulando tanto tiempo que te volviste dependiente de mí, las consecuencias a mis actos las estoy asumiendo ahora, te estoy haciendo sufrir y yo aún no puedo descansar en paz. Pero a pesar de todo, también quiero que sepas que te amo, te amo mucho.
Eres mi hermano, mi querido hermano y me duele que esta sea nuestra última despedida.

Gustabo estaba al borde de las lágrimas, pero sonrió, dio una sonrisa sincera, una sonrisa que se creía perdida.

Extendió sus brazos, Horacio lloraba más que antes, se levantó caminando lentamente hacia Gustabo.

- Venga, dame un abrazo.

Horacio se lanzó a él envolviendo sus brazos al rededor del rubio. Gustabo imitó su acción.

Era el abrazo que significa su despedida, significaba que podían quererse por última vez. La vida podía ser cruel, pero por esta vez se compadecía por aquellas dos tristes almas, almas que agradecían con todas su fuerzas aquella oportunidad.

- No llores, quisiera ver tu sonrisa antes de irme.

El rubio tomó con delicadeza el rostro del menor mientras le secaba las lágrimas. Horacio sonrió, su sonrisa no mostraba tristeza y eso Gustabo lo notó haciendolo sonreír también.

- Si alguna vez vuelves a estar triste recuerda nuestra promesa...

Siempre juntos Horacio...

Horacio se asustó al ver a Gustabo desvanecerse poco a poco hasta desaparecer completamente...

Horacio sabía lo que significaba, lo había aceptado, ahora Gustabo descansaba en donde quiera que esté y se sentía más tranquilo al saber que todas las personas caídas estarían con él.

- Ahora me sonríes desde el cielo...

Gracias...

Conway buscaba su corbata negra por toda la casa, ya llevaba media hora buscándola e ir al trabajo sin ella no era una opción

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Conway buscaba su corbata negra por toda la casa, ya llevaba media hora buscándola e ir al trabajo sin ella no era una opción.

Entonces su mente se iluminó, sus nietos debían de tenerla. Subió las escaleras y entró a la habitación de Gabriel.

Buscó en el armario, en su librería e incluso en el baño, pero no logró encontrarla y eso era frustrante para él alfa.

Decidió buscar debajo de la cama, se agachó y levantó las sábanas que le incomodaban su vista.

- Bingo.

Su corbata estaba ahí tirada, pero una caja al lado le llamó la atención, sacó su corbata y la pequeña caja.

Dejó la corbata a un lado y centró su atención al objeto de carbón, con precaución la abrió para ver su interior.

- ¿Qué coño?.

Dentro había un teléfono, no recordaba haber comprado ese modelo y Gabriel no tenía suficiente dinero como para comprar uno así.

Lo encendió y miró el fondo de pantalla sorprendido. Sólo una persona pondría una foto de Horacio posando con un atracador abatido.

Era el teléfono de Gustabo...

Su cabeza empezó a llenarse de preguntas ¿Porqué Gabriel tenía el teléfono de Gustabo? ¿Quién se lo había dado? ¿En donde estuvo todo este tiempo?.

Abrió la galería esperando encontrar una pista de la persona que lo había tenido todo ese tiempo, sin embargo, sólo había un vídeo, un vídeo de Gustabo.

Conway dudó, algo dentro de él le decía que no lo viera.

No, debía verlo.

Dejó las dudas atrás y le dió play.

He can't deadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora