━XV. Mejillas sonrojadas

1.6K 303 67
                                    


━━━━━━━━━━━━
CAPÍTULO QUINCE
MEJILLAS SONROJADAS.
━━━━━━━━━━━━

HABÍA UN PRADO AL LADO DEL RÍO de la casa de Mariana; estaba lleno de flores silvestres que brillaban bajo el rocío del sol de la mañana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




HABÍA UN PRADO AL LADO DEL RÍO de la casa de Mariana; estaba lleno de flores silvestres que brillaban bajo el rocío del sol de la mañana. Ella y Spencer paseaban por el antes, vagando más allá de los límites de los robles, pero nunca se habían quedado allí mientras Mariana practicaba con sus habilidades. Spencer se quedaba sentado en un banco cerca de ella, en caso de que ella cayera al río y él tuviera que salvarla.

Pero eso era el trabajo de Cinco Hargreeves.

—¡Woah!—Mariana tropezó y casi cayó al agua que corrían delante de ellos. Las manos de Cinco agarraron su cintura para atraparla a tiempo y con cuidado lo empujó hacia atrás para dejarla parada frente a él.—Lo siento, no estaba prestando atención.

—No te preocupes.—él le guiñó un ojo, manteniendo las manos en su cintura mientras estudiaba el paisaje a su alrededor. Mariana se sonrojó cuando él la miró.—Entonces, ¿a dónde vamos exactamente?

—Al prado.—respondió Mariana, señalando un sendero al otro lado del río.—Bueno, irás primero. Tengo una sorpresa para ti. Solo cruza el puente y camina en forma recta, hay muchas flores por allá.

Quizás ya se habían marchitado, pero Mariana tendía grandes esperanzas de que no lo hubieran hecho; haría que sus sorpresa fuera aún más hermosa de lo que solía ser.

El chico sintió curiosidad cuando dejó caer las manos de su cintura. Después de que la soltó, el cuerpo de Mariana se enfrió y comenzó a extrañar su cálido toque. Cuando comenzó a caminar, exclamó:—¡Sabes, nunca me han gustado las sorpresas!

Mariana solo rió y se arrodilló frente al río y observó el agua. Cuando ya no pudo escuchar los pasos de Cinco a la distancia, cerró los ojos y calmó su respiración. Con un toque suave, se inclinó hacia adelante para tocar el agua. Humedeció sus dedos e hizo girar el agua alrededor de ellos. Abrió los ojos y sonrió. Sacando las manos del agua, el líquido se elevo con el suave gesto de sus manos, siguiendo su dirección mientras ella también comenzaba a cruzar el puente.

—¡Cierra tus ojos!—Mariana le gritó a Cinco, esperando a que él pudiera escucharla en la distancia.—¡En serio, no mires o te dejo solo aquí!

—¡Eso no es divertido!

Ella rió ante su voz, mientras se concentraba en su equilibrio. Una vez que llegó al otro lado, soltó un pequeño suspiro de alivio y continuó caminando hacia el prado. Y entonces ella lo vio.

Estaba acostado en el suelo, en medio de las flores silvestres y, efectivamente, sus ojos estaban cerrados. La luz brillaba contra su piel y perfilaba sus labios y Mariana casi perdió la atención sobre el agua que prácticamente descansaba sobre sus manos.

—Mantenlos cerrados.—ella volvió a decir, parándose frente a él.

Al levantar las manos, el agua se separó en miles de pequeñas gotas. Y si Cinco lo hubiera visto, se habría asombrado. Pero no se habría asombrado tanto como por la hermosa vista que pudo observar cuando le dijeron que abriera los ojos.

Mariana sonrió mientras juntaba sus palmas.—¿Estás listo?

Sin escuchar su respuesta, Mariana chaqueó los dedos y se sentó frente a Cinco. Los labios del chico se abrieron mientras miraba hacia el cielo, donde pequeños copos de nieve comenzaban a caer de las nubes.

Mirando hacia Mariana, hizo un gesto hacia los copos de nieve que la chica tenía en su suéter.—¿Cómo lo hici...?

—Me levanté muy tarde en la noche.—Mariana explicó, encogiéndose de hombros.—Me di un baño y mientras estaba jugando con el agua... de repente, comenzó a nevar. Pensé que solo era una coincidencia, así que no estaba segura de que iba a funcionar.

—Es asombroso.—Número Cinco respondió rápidamente, tomando sus manos por instinto.—Eres increíble.

Con las mejillas sonrojadas, Mariana miró a su alrededor, a la nieve que comenzaba a pegarse al suelo. Ella había hecho eso. Ella estaba cambiando al clima por su propia voluntad. Entonces, ¿podría hacer que lloviera también? Las posibilidades de sus poderes eran infinitas y realmente estaba comenzando a considerar las lecciones de Klaus para saber cómo controlarse a sí misma.

—Realmente esperaba a que no sintieras nada por Spencer.—Cinco admitió, tomando a Mariana con la guardia baja.

—¿Por qué?—ella cuestionó, sintiendo que su corazón se aceleraba. ¿Ya era hora? ¿Este era el momento adecuado?

—Porque quiero que tú me elijas a mí.—el chico dijo, minando su rostro, tratando de obtener una reacción, esperando a que ella sintiera lo mismo.—Siempre he querido que me elijas. Hay algo en ti que nadie más tiene. Viví después del apocalipsis durante cuarenta años y logré sobrevivir cada día. Pero estoy seguro de que si volviera, no podría hacerlo.

—¿Por qué no?

—Porque estoy seguro de que no podría vivir sin ti.

Mariana estudió sus rasgos mientras hacía una pausa, buscando cualquier otro signo de vacilación o falsas pretensiones. Pero casi lo abrazó cuando descubrió que no había nada más que certeza.

—Y sé que es una locura que solo nos conocimos hace unos días, pero siento como si te conociera de toda la vida. Eres todo lo que quiero, no... todo lo que necesito. Me haces mejor persona, Mariana. Tú eres la chica que he estado buscando.

—Y yo estoy enamorada de ti.—su voz era suave, como los copos que aterrizaban sus mejillas, que se derretían rápidamente ante el calor de su piel.—Quizás estoy loca, Cinco. Quizás ambos lo estamos y estamos en este loco mundo tomando decisiones locas que no deberíamos tomar. Pero si puedo tomar una decisión loca de la que estoy segura de que no me arrepentiré, es de decirte que estoy enamorada de ti.

Cinco tuvo cuidado mientras tiraba de el suéter de Mariana, para acercarla a él. Él colocó sus manos a cada lado de su rostro, antes de cerrar los ojos y colocar sus labios sobre ella.

Decir que Mariana estaba sorprendida era quedarse corto. No obstante, ella enrolló sus dedos en su cabello y le devolvió el beso. Cinco no tuvo que decírselo. No tenía que admitir que él sentía lo mismo, porque eso era suficiente. Eso era suficiente para decirle a Mariana que él también la amaba.

Ahora no había nade más en la tierra; solo Mariana y Cinco en este momento, con sus labios tocándose por primera y sus corazones llenos por la felicidad.



VOTEN—COMENTEN :)
━━━━━━━━━━━━

hurricane ━ five hargreeves. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora