━━ ⦗ hurricane! ⦘
❝ he vivido lo suficiente
para saber que un amor
como este solo se
encuentra una vez en la
vida. ❞
███████████ 𝙚𝙣 𝙙𝙤𝙣𝙙𝙚
la vida de mariana ha...
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HABÍA UNA VEZ UN CHICO que podía proyectarse en cualquier lugar que quisiera en cuestión de segundos, y que no sentía remordimiento por los errores que había cometido en el pasado. Tenía una vivaz desconsideración en su corazón y no permitía que nadie se le acercara, y si lo hacía, se aseguraba que esa persona sintiera miedo hasta los huesos y se alejara. Fue descuidado. No le preocupaba lo que el futuro le deparara a los demás, sino, lo que le deparaba a él.
Pero eso fue antes de que se enamorara de la chica que podía mover el agua.
Ella era un huracán, uno que destruyó toda su moral y le hizo sentir algo de nuevo. Ella lo sacó desde las profundidades en las que se había enterrado y le mostró la luz que se veía desde la superficie de la tierra. Ella le mostró cosas que él nunca había visto antes: la forma en la que los rayos del sol rozaban ligeramente la hierba, los sonidos que el agua hacía al chocar contra la orilla de un pequeño río, y la manera en la que la pasión de su corazón se veía reflejado en sus ojos. En sus ojos estaba su alma y su alma tenía un tipo de belleza que se expandía hacia una eternidad, hacia el cielo del que deseaba desesperadamente formar parte. Sus ojos le recordaron a los árboles invernales de los atardeceres, una delicia de canela, el color de la suave azúcar morena.
Y se enamoró de ella.
Aquí sentado, con su mano envuelta sobre la de ella, Número Cinco decidió que no podía dejarla ir.
El chico parpadeó para apartar las lágrimas, su mirada se concentró en sus hermanos un instante.—No la vamos a dejar aquí, no podemos. Uno de ustedes necesita comunicarse con Vanya, es nuestra única oportunidad de acabar con esto.
Klaus permaneció agachado al otro lado del cuerpo inmóvil de Mariana, su mano sujetaba firmemente la de ella mientras miraba fijamente hacia la nada.—No tiene sentido salvar un mundo en el que ella no está.—murmuró; su voz sonaba vulnerable.
—No, no.—Diego se levantó de su lugar, pasando los dedos por su cabello mientras cerraba los ojos.—Ella no querría que te quedaras ahí sentado, Klaus, lo sabes.
El hombre se quedó mirando a la chica en el suelo. Su piel suave se había vuelto pálida, el rubor natural desapareció de sus mejillas. Parece estar en paz, casi como una muñeca. Klaus pensó. Pero ninguna muñeca podría compararse con la chica que estaba ahí, la que lo había salvado de una manera que nadie más podría hacerlo.
—Lo haré por ella.—decidió Klaus, cediendo mientras presionaba sus labios contra su frente. Su labio inferior tembló mientras se echaba hacia atrás, quitándose la chaqueta para colocarla sobre su torso manchado de sangre. Si la miraba desde lejos, parecía como si estuviera durmiendo... si, él sonrió. Ella solo dormía.