Al acecho.

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Coco no supo en que momento se había quedado dormida sobre las sillas que su padre acomodó para ella, botezó y se talló los ojos perezosamente. Enfocó la vista tratando de ver a su hermano, pero no lo encontró por ninguna parte, suspiró molesta, comenzaba a aburrise, es por eso que odiaba ir a ese tipo de eventos, le gustaba ver a su hermano cantar, pero después ya no era divertido, no habían otros niños para jugar y no habían juegos en los que pudiera ir a colgarse.

Trató de llamar la atención de su madre.

—Mami—llamó la niña a su progenitora, la bella mujer sonrió mirándola.

—Cariño, ya despertaste—dijo acomodando su trenza—¿Sucede algo mi amor?

—Ya me quiero ir...—lloriqueó aguantándose el berrinche que quería soltar.

—Aún no cariño, espera un poco más—habló con una linda sonrisa a su pequeña hija, mientras la niña inflaba sus cachetes. Su mamá soltó una pequeña risa.

—Coco, solo será un momento mi amor, anda se buena y vuelve a dormir ¿está bien?—dijo acostándola nuevamente en las sillas.

La pequeña esperó unos momentos tratando de recuperar el sueño, pero nada, dio un par de vueltas sobre las sillas tratando de encontrar una mejor posición, pero tampoco dio resultado. Comenzaba a desesperarse, ¡si iba a tener que esperar quería al menos jugar un rato!

Miró de reojo a su mamá quien estaba platicando con su abuela, como si se tratara de una serpiente se deslizó por la sillas siendo cuidadosa de no ser descubierta por los adultos.

Quería buscar a su hermano. Seguramente el querría jugar con ella hasta que se fueran.

—¡Miguel!—La música era tan fuerte que no podía ni escuchar su propia voz. Entre empujones y gateando en el suelo logró salir del mar de gente que bailaba en la pista.

Sacudió sus rodillas y su vestido asegurándose de no quedar sucia, al regresar su mirada al suelo notó que había una pluma tirada. Una pluma tan negra como el ébano, estaba segura de que hasta podía ver un brillo azul en esta. Al agacharse para tomarla y verla mejor, notó que habían más plumas formando un especie de camino hacia una puerta que estaba entreabierta.

Se sintió confundida...

No había notado aquella puerta enfrente de ella. Con la inocencia de cualquier niño, no le dio importancia y siguió el camino recogiendo las plumas en el andar de sus pasos.

Conforme caminaba iba recogiendo las plumas que encontraba en su camino improvisado, para cuando se dio cuenta, ya estaba en el jardín, adentrándose más y más en el laberinto de setos. Para cuando tomó la última pluma, estaba enfrente de una vieja fuente con diferentes figuras de ángeles a los que les faltaban diferentes partes del cuerpo. Unos no tenían pies y otros ni siquiera tenían cabeza. No era la imagen más agradable para ser ángeles.

La fuente estaba en medio de una especie de círculo formado por las mismas paredes del laberinto. En las paredes había cuatro aberturas que llevaban a algún camino desconocido para la pequeña infante.

Apretó las plumas contra su pecho con cierta inseguridad, tenía la impresión de que las paredes del laberinto se acercaban más y más a ella. Tragó grueso.

—¿Miguel...?

—Comienza Tercer Opening—

El ambiente es oscuro, aparecen velas flotando en un cementerio y estas se encienden al instante y una respiración agitada se escucha.

Death surrounds

My heartbeat's slowing down

I won't take this world's abuse

Entre la vida y la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora