-¿Un trato?-. Manoban pronunció con la cabeza llena de confusión
-Correcto, un dulce trato llamado tú-. Dijo Kim adentrando pasos lentos hacía la menor mientras relamía sus carmesí y brillantes labios
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-No me habías mencionada que tu ex secretaria era tu nueva zorra, eh-. Retó la de cabellos rojos lanzando una mirada fulminante
-No te voy a dar explicaciones de las cosas que haga, ¿Quién te crees ahora, Minjeong?-. Habló una agotada pelinegra
-¡Agh, eres una idiota!-. Movió sus piernas en señal de rabieta esperando una respuesta positiva de la otra
Pero para su mala suerte, Kim había estado bastante ajetreada los últimos días, pues la imprevista llegada de su madre estaba alborotando la empresa y no se sentía lo suficientemente animada como para tolerar a la muchacha.
-¿Dónde quedó esa Jennie que me amaba tanto?-. Puchereó Minjeong mientras se acercaba cabizbaja
-Sabes las cosas que hiciste, Minjeong, ahora no te hagas la víctima y asume tus errores-.
Aquella sin haber obtenido su objetivo, irritada se aproximó a salir de la casa de la mayor a quien no le podía importar menos su presencia.
-Espero no te arrepientas luego de esto, Kim-. Avisó como ultimátum sin recibir ninguna respuesta, cerró con fuerza la puerta descargando su molestia y se marchó
¿Estaba todo perdido para ambas? Pensó la pelinegra. Desde que había visto aquellas fotos de Minjeong junto a aquella muchacha durante sus vacaciones en Francia, su corazón había quedado roto y se encontraba decepcionada de ella, su confianza se había ido y la relación tan estrecha que tenían, ya no era la misma. Si tan solo podría regresar al tiempo en el que se conocieron.
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Una joven pelirroja se encontraba al final del pasillo, pues el receso había comenzado, las clases del Lunes eran agotadoras y más si empezaba la mañana con geografía, el curso que más detestaba.
Se dirigió hacía una antigua máquina expendedora como era de costumbre y maniobró para obtener su barra energética que solía consumir todos los días.
Se sentó sobre unas gradas en el patio escolar, mientras observaba al equipo de básquet entrenar duramente, sacó de su angosta bolsa de mano un recipiente que contenía frutos secos y se apuró en comer, pues estos le encantaban en demasía.
Al terminar, se levantó del lugar con destino al baño para mojar su rostro que desgraciadamente se encontraba irritado por el intenso calor que hacía en el lugar, al llegar, abrió el grifo y lavó su cara, pero antes de retirarse, escuchó unos pequeños sollozos que provenían de los alrededores, giró su mirada y junto a unas bancas, halló a una pelinegra que parecía esconder su semblante avergonzada.
-¿Te encuentras bien?-. Preguntó intrigada
-Déjame en paz, fuera de aquí-. Gritó entre lloriqueos levantando su rostro
