16. Responsabilidades, ¿o no?

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Por mucho que Conway fuera el superintendente de la ciudad; aunque no por propia voluntad, no podía eludir sus responsabilidades eternamente, así que no podía cuidar 24/7 a Horacio, por lo que a veces se turnaba con Gustabo o con Volkov y hasta con Michelle, que iban de vez en cuando a visitarlo para ver como estaba Horacio y ayudarlo.


Bueno, decir de vez en cuando era una forma demasiado suave de decirlo, porque la verdad es que Horacio los tenía en su casa todos los jodidos días. Y no es que a él le molestara la compañía, todo lo contrario, le encantaba estar acompañado de las personas que apreciaba, pero estaba bastante claro que el único motivo para tenerlos siempre rondando por ahí, era porque Conway les obligaba a ir.


Y eso empezaba a hartar a Horacio.


Es que no le dejaban hacer nada, absolutamente nada. Horacio siempre fue alguien animado, que disfrutaba estar en constante movimiento y el hecho de que ni siquiera le permitieran salir a pasear o levantarse a buscar un vaso con agua, le estaba dando una crisis nerviosa. Conway le estaba protegiendo de sobremanera y obligaba a los demás a seguirle en sus neuróticos deseos. Solo Michelle fue la única en ser más flexible con él, acompañándolo al parque con Perla, ya que estaba totalmente en contra de que Horacio se quedara acostado sin hacer nada por una herida tan irrelevante, cuando perfectamente podía movilizarse con las muletas. Horacio podría hacerle un altar a Michelle por eso, pero era una lástima que ella no tuviera mucho tiempo para ir a hacerle compañía y el resto del tiempo tenía que permanecer en el estricto confinamiento que le tenían impuesto.


Era bastante curioso que Gustabo también fuera tan cuidadoso con él, pero en su caso le confesó que solo lo hacía para tocarle los cojones por preocuparlo de sobremanera y no hacerle caso antes. Que hijo de puta.


Ahora era el turno de Volkov de cuidarlo y el ruso sinceramente no sabía como actuar con el hecho de que Horacio estuviera pasando por una etapa tan emocional. Llorando mientras veían una película sobre un perro que reencarnaba.


A cualquier que preguntara, Volkov nunca vio esa película y se le aguaron los ojos porque le dio alergia.


Pero ahora Horacio estaba llorando a mares, porque aparte de la película, se le acabó el bote de helado que se estaba comiendo y no sabía como sentirse respecto a Conway. Todo un plus para sus erráticas emociones.


—¿Por qué los perros son tan fieles y desinteresados? —lloriqueaba Horacio abrazando a Perla que no paraba de lamerle el rostro—. No son como las personas que solo hacen las cosas por sentirse responsables o culpables...


—Eh... —Volkov no sabía como responder a eso. Aunque la verdad es que estaba demasiado ocupado intentado quitarse a Ivadog de encima, que se había subido en sus piernas sin permiso en busca de lamerle el rostro al ruso, celoso de la atención que le daban a Perla.


—Es que no lo entiendo, con lo fácil que es ser sincero y estar con alguien de forma honesta, ¿por qué obligarse a estar juntos? —Horacio se limpiaba el rostro con unos pañuelos que estaban en una mesa al lado del sofá. Perla lo abandono para lamer el pote de helado que cayo al suelo.


—¿Por qué no saben como sobrellevarlo? —comentó Volkov dudoso, apartando el hocico de Ivadog de su rostro.

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