10. Al fin te dignas a hacer algo

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Después de ese día tan satisfactorio, la dinámica entre Conway y Horacio cambió un poco.


El super ya no parecía tan indispuesto cada vez que Horacio le hacía alguna insinuación sexual, con la excusa de estar ayudándolo a pasar una parte del embarazo, aun así, se negaba a besarlo. Como si besarlo volviera la situación demasiado real para aceptarlo.


A Horacio le daba gracia la infantil forma de pensar, pero le daba igual. Si eso lo hacía feliz y conllevaba que siguiera volviéndolo loco de placer, entonces podría aceptarlo sin problemas.


En pocas palabras, el super estaba en negación y todos lo tenían claro menos él mismo.


Incluso Volkov siendo tan indiferente como era, les llegó a reprochar que fueran a solucionar sus tensiones a otro lado y no en comisaría, cuando pilló a Horacio prácticamente encima del superintendente en su oficina.


Ahí se dio cuenta, con toda la vergüenza del mundo que Conway debía de haberle dicho que estuvieron juntos y probablemente del embarazo también, ya que no pareció sorprendido al encontrarlos. Claro que el hecho de que te pillaran magreando a tu jefe en pleno trabajo ya era bastante bochornoso de por sí.


No le importaba que Conway le haya dicho, pero ahora no podía mirar a Volkov a la cara sin que se le subieran los colores, sobre todo desde que llevaban una relación de pseudo amistad, ya que siempre se paraba a hablar con él cuando pasaba por comisaría. Para empeorar las cosas casi le da algo cuando el ruso lo felicitó por el embarazo en privado. Demasiadas emociones en muy poco tiempo.


Por eso, lo mejor era pedirle algunos días libres a Conway, además que tenía que atender otros asuntos.


—Voy a mudarme —le comentó Horacio en una cafetería, ya que accedieron a verse fuera, luego del regaño que les dieron—. Así que necesito un par de días de vacaciones.


Conway solo bebió de su café, mirándolo en silencio. Horacio prefirió explicarse, aunque no tenía la obligación de hacerlo, por mucho que fuera el padre de su hijo.


—El piso donde vivo con Gustabo solo tiene dos habitaciones y vamos a necesitar otra para el bebé. He visto algunos lugares, pero no he tenido tiempo para ir a verlos, así que necesito tomarme algunos días para poder ir analizando nuestras opciones.


—Mhn —fue su única respuesta, bebiendo de su café.


Horacio le miró con una mueca.


—¿Entonces tengo su autorización, abuelo? —preguntó empezando a perder la paciencia.


—¿En serio dejarás que Gustabo críe al niño contigo?


No pudo contener la expresión de estupor por su repentina pregunta. Por su forma de decirlo estaba claro que le molestaba la idea, como si fuera una locura el que Gustabo lo apoyara con algo tan personal.


—¿Y qué tiene de malo? Él me cuidó toda mi infancia y siempre hemos estado juntos. Toda la vida juntos —respondió sintiéndose algo atacado. Cuando Conway iba a responder, no se lo permitió, adivinando por donde iba el asunto—. Sea cual sea su opinión, le recuerdo que es mi decisión.

AtrapadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora