Atrapado

11. Solucionen sus problemas, viejo

A pesar de decirle que lo pensaría. Al cabo de una semana, Horacio se mudó a otro sitio con Gustabo. 

Conway nunca admitiría que estaba algo decepcionado.

Después de eso, Gustabo parecía estar bastante agresivo con Conway, quien le respondía de igual manera. Provocando que fuera bastante notorio que Horacio le contó todo, lo que hablaron ese día en la cafetería.

Esa necesidad que tenía Horacio de contarle absolutamente todo a Gustabo, a veces era una mierda. Bueno, a veces no, era un jodido fastidio todo el tiempo.

Sobre todo cuando tenía a un muy cabreado Gustabo, recriminándole en los vestuarios.

—Mire, Conway. A mí me da igual los problemas maritales que tengan, pero el hecho de que Horacio esté en la jodida etapa en la que llora por todo me tiene hasta la polla y ha empeorado por su maldita culpa —acusó molesto.

Conway observaba a Gustabo con los brazos cruzados a la defensiva. Lo que le faltaba, añadir otro problema a su lista de preocupaciones.

—No tengo ni una puñetera idea de que hablas —se hizo el desentendido—. ¿Qué coño le he hecho yo?

—No lo sé, tú dime —citó sarcástico—. A lo mejor provocar que Horacio tenga una crisis nerviosa, porque no se esperaba que, de la nada, le naciera la vena paternal a un viejo decrépito y quisiera ser un padre atento, ejemplar. A pesar de que ambos se nieguen a lo que sea que pasa entre ustedes —recriminó con su tono teñido en sarcasmo.

El superintendente suspiro fastidiado, acercándose a la puerta de los vestuarios para cerrarla y tener algo de privacidad. Se apoyó contra la puerta, deseando con urgencia un cigarro, solo que no tenía ninguno, ya que estaba tratando de dejarlo y se negaba a pensar el motivo de tal decisión.

—No pasa nada entre nosotros.

Que lo negara pareció provocar unas repentinas ganas en Gustabo de querer estrangularlo, pero aparte de hacer el ademán en el aire, no se acercó, dejando caer los brazos con pesadez.

—Vamos a ver... le explico, ya que está viejo y veo que le cuesta —chasqueó la lengua, tratando de sonar más condescendiente—. Debería saber de sobra que Horacio es una persona muy sensible y en este estado lo es aún más. Él por lo general suele mantener los sentimientos separados cuando se trata de personas con las que solo se acuesta, pero usted no para de decir y hacer cosas cuestionables que lo están confundiendo. Si sigue haciendo las cosas que está haciendo, lo va a lastimar y si lo lastima, no me dejará más remedio que tener que castrarlo por ser un hijo de puta.

Conway estaba sorprendido de que Gustabo se mostrará repentinamente sobreprotector y tan sincero con él, obviando la parte de castrarlo. Hasta que se percató de algo importante.

—¿Horacio, está confundido? ¿Cómo que está confundido?

—Hombre, yo también lo estaría si de la nada me pide que me vaya a vivir con usted —se burló—. Porque no, el hecho de que espere a su prole, no es suficiente excusa. —Gustabo se adelantó a lo que probablemente iba a decir.