𝐱ɪ𝐯. 𝐏𝐞𝐫𝐬𝐞𝐜𝐮𝐬𝐢𝐨́𝐧 ɪ/ɪɪ

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Harry corría por la acera contigua en dirección a la academia.

Se había quedado dormido. Pasó la noche anterior leyendo uno de sus clásicos literarios favoritos: La divina comedia. 

Le parecía impresionante como Alighieri fue capaz de idear los siete infiernos con tanto detalle que, al menos el ingenuo Harry, llegaba a creer en la veracidad del viaje narrado cada vez que la leía. 

Se preguntaba en qué nivel se encontraban las personas enfermas de amor. Así se había autodenominado; llegó a la conclusión de que si aquellos que amaban a alguien de su mismo sexo eran portadores de "la enfermedad", entonces eran enfermos de amor. 

Al menos estaba seguro de estar en el mismo infierno con Louis. 

Corrió los últimos metros de la gran cuadra perteneciente al territorio Royal Academy, llegando agitado a la entrada y pasando por ella con un rápido saludo de manos a las recepcionistas. Tenía ensayo con Louis y el maestro Molov. Ese día sería la primera pasada general del show del fin de año y siempre acostumbraba llegar como mínimo una hora antes para entrenar, calentar y practicar la limpieza de los pasos.

Esta vez, además, tenía un par de ojos azules que apreciar.

Estaba frustrado por la tardanza. A paso apresurado caminó por los largos pasillos principales buscando el Gran Salón en el que, seguro, su complemento lo esperaba. 

Sin éxito, decidió entrar a los vestidores y aprovechar el poco tiempo que tenía para colocarse el uniforme y las vendas necesarias en los pies para evitar lastimarse.  Era una coreografía de alta complejidad, de sus favoritas.

Ya en el lugar, se dispuso a entrar a las duchas para despertar del sueño que lo había embargado horas antes; el frío clima y las cálidas gotas de agua eran perfectas para el pequeño bailarín. Le gustaba jugar con las temperaturas. 

Cerró los ojos. Sentía el vapor del calor apoderarse de su cubículo. 

Recordó lo bien que se sentía dejar que el agua dibujase en su piel a su antojo. Pero mientras sus pensamientos se alejaban del contexto real, recordó cómo esa noche de Navidad, en ese beso de la terraza, sintió que volvía a conectarse con el mundo que parecía haberlo olvidado. 

Que jamás pensó que las leyendas fueran ciertas, pero si lo fueran, defendería la existencia de las almas complementarias... porque Louis lo completó incluso sin saber que parte de él estaba vacía.

Y sin darse cuenta, las gotas calientes se convirtieron en hielo. 

No caían gotas, estaban cayendo trozos de hielo.

Miró con asombro y sus labios titiritando hacia la procedencia de los fríos elementos, encontrándose con esas caras dolorosamente conocidas.

Sus acosadores del primer año estaban observando su cuerpo desnudo desde la parte alta del cubículo. Recorrían divertidos su piel erizada por el frío, ese que provocaron lanzándole hielo recogido del patio.

-Nos volvemos a encontrar, rarito.- Sonrió Brad.- Te extrañé.




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The Royal Academy || Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora