Capítulo 11: Faena pura

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Mi noción del tiempo ha desaparecido, no tengo idea de cuánto tiempo he estado encerrada aquí.
Me tienen vigilada, de eso estoy segura. Al menor movimiento que realizo vienen para, bruscamente, corregirme o me cambian por otra estratégica y estresante posición, que sin importar que no sea muy compleja de realizar, resulta agotadora después de un tiempo.

No hay momento en que no esté alerta, ya que escucho como objetos caen al suelo estruendosamente o algún tipo de música repetitiva que lo único que provoca es que mantenga mi estado de fatiga.

Con ese ruido constante y la privación total del sueño, me encuentro alucinada; no tengo idea de que esta pasando, sigo pensando que no debería hacerme esto a mí misma, me quiebra la mente y creo que voy a volverme loca.

-Vamos- toman mis antebrazos para guiarme a otro lugar.

Me ordenan tomar asiento en una silla de metal, mientras que con mis brazos totalmente extendidos colocan  ambas palmas de las manos sobre una mesa, igualmente de metal, y sin previo aviso, retiran el saco de mi cabeza.

Parpadeo un poco en un intento de aclararme los ojos. Al observar a mi alrededor, me percato de que estoy sola en una simple habitación con muros de concreto, una puerta y una ventana con efecto espejo que abarca la mitad de la pared que está a mi izquierda.

He visto muchas películas como para saber que ésto es demasiado similar a una sala de interrogatorio y que lo más seguro es que detrás de esa ventana hay personas que me están observando.

La puerta se abre, dando paso a una mujer de unos 40 años aproximadamente, lleva consigo un maletín que deposita sobre la mesa y comienza a abrirlo. Mi mirada no pierde en ningún instante cada uno de sus movimientos.

-Puedes relajarte- sus ojos están mirando mis manos aún sobre la mesa y cuando me percato de eso bajo mis manos para descansarlas sobre mis piernas.

-¿Cómo estas?- acomoda el maletín sobre la mesa, en su interior hay instrumental médico. Toma un estetoscopio y se acerca a mí para revisarme.

-Estoy bien- respondo lentamente en casi un susurro.

Me encuentro algo fatigada y eso me preocupa, pues mi mente no sabe muy bien lo que hace.

-¿Cómo te llamas?- ella continúa con su examen.

A mi mente viene cuando me dijeron  que tenía que tener cuidado a la hora de responder a lo que me preguntaran, debía dar la menor cantidad de información posible, sin oponerme a los interrogadores. Lo mejor era decir nada.

Al parecer ella entendió que de mi boca no iba a salir ninguna palabra, por lo que ella simplemente se dedicó a terminar su chequeo, guardó los instrumentos de regreso a su maletín y salió de nuevo, dejándome sola en la habitación.

La puerta es nuevamente abierta pero en esta ocasión entran Kai y Deo. Colocan una silla a el otro extremo de la mesa y ambos ponen su completa atención sobre mí.

Si antes estaba confundida, ahora estoy segura de que ya estoy rayando la locura. Se supone que fui capturada por los enemigos.

-Cuéntame acerca de tu experiencia hasta ahora, Arya- Deo posiciona sus brazos sobre la mesa, entrelazando sus dedos.

- A sido interesante- contesté después de unos segundos, definir mi experiencia me resultaba difícil en este momento.

-¿Crees que eres increíble?

-¿Increíble?

-Si, ¿no te lo decían tus padres todo el tiempo?

A la mención de mis padres algo dentro de mí titubeó y ellos lo notaron.

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