III. Tránsito

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Salpicaduras o ruidos silenciosos de agua del cielo fue lo que transmitió en una situación de desorientación. Una calle húmeda y expectante de actos de seres incomprensibles.





Es allí donde el joven Omega concluyó que algo sobre sí mismo lo calmó. Donde encontró un momento de dulzura, pero fue un poco brusco para salir de su pequeña fantasía desconocida parpadeando a cada instante por su torpe acto y alejándose nuevamente del tema que, por así decirlo, transmitía paz en hechos extraños.




Su cuerpo se tensó más de lo que estaba al principio, juntó las manos débilmente y miró hacia otro lado desesperadamente y jadeando por aire.

Algo duele por dentro.





Hasta qué, vuelve a visualizar al personaje por reflejo, obviamente fue un extraño que se atrevió a acompañarlo, pero de qué manera. Thomas solo quería estar allí en su lugar y ahora, no aguantar a cualquiera bajo la llovizna.





Sus zapatillas chirriaban porque el pavimento era una ola de tierra y charcos de lodo, no entendía cómo llegó a presenciar tal situación, en su primer día de bachillerato, con un extraño, con un hijo de puta cruzando su espacio personal.

De todos modos, no decidió hablar, le causó vergüenza, ¿qué decir?





Una vez más, estaba perdiendo los segundos en su mente diciéndole que fuera y se disculpara, pero ni siquiera había hecho nada. Además, era alguien a quien no conocía, se estaba arriesgando, eso sonaba tremendo.






¡Hey!— Su cuerpo temblaba como gelatina. El destinatario de esa voz profunda fue ese hombre con un paraguas en ese momento. Tom no se lo esperaba, lo que hizo mirarlo con atención.






Suspiró para ver si podía calmar el ambiente y lidiar con el evento que estaba viviendo, con el dedo índice de su mano derecha comenzó a rascarse un poco su mejilla algo temperamental y entrecerrar los ojos incómodamente.

—¿Qué...?— Mencionó en voz muy baja, deseando nerviosamente que el sujeto no lo escuchara, no sabía lo que estaba haciendo.








Cuando el hombre vio que Thomas había respondido a su llamado, sonrió cálidamente sin mostrar los dientes, no queriendo estropear esa conexión que se concluyó. Fue allí donde el Omega entrecerró un poco sus ojos negros para visualizar correctamente a un sujeto alto, y se sorprendió al ver cómo tenía dos cuernos a modo de peinado, aunque también lo hacía lucir adorable cuando también se le veía como un hombre gato.









Pensé que huirías— La persona con cuernos concluyó, y con un característico color avellana. Mirando hacia arriba para fijar un poco más en el Omega frente a él. —Solo vine por algo— Habló claramente, aprovechando el hecho de que estaba sosteniendo el paraguas y cubriéndolo a él y al rubio cenizo más juntos.



La mente de Thomas estaba exagerando las teorías. Pero su cuerpo se vio obligado a permanecer quieto en el mismo lugar con el joven que apenas entabló una pequeña conversación.
¿Algo? ¿A qué se refería este loco?

Fijó su mirada al ver que el chico conectaba sus ojos con los suyos, para ese momento ya había un objeto en las manos de Thomas, era el paraguas del tipo diablo.






—¿Lo siento? ¿Por qué me das tu paraguas?— Tom confundido y más que alguien extraño le dio algo en una situación tan incómoda.
Si es para ayudar, debes saber que saldrías perdiendo— continuó explicando el Omega.





En ese momento, el joven de cuernos no habló y comenzó su caminata por otra ruta alternativa, dejando al de las cuencas oscuras procesando por unos segundos.

¿Que sucedió?





Thomas exaltó y apretó levemente el mango del objeto dado, giró su cuerpo rápidamente y parpadeó lo que sería un evento considerable.

—¡E—ESPERA!— gritó con todas sus fuerzas y moviendo sus lentes para despejar su visita algo borrosa, tratando de llamar la atención del hombre gato.





El extraño se detuvo en el mismo camino que el Omega, pero no volvió a mirarlo. Ya tenía los cuernos bajos y el traje de cuero que tenía solo brillaba por la llovizna.

Yo... no creo que deba quedarmelo— habló de nuevo, y se mantuvo firme ante su reacción un tanto tediosa.





Los minutos eran realmente un terror, Tom no sabría explicarlo, pero sabía que esto se sentía como estar en un barranco y no encontrar una salida sin oportunidad.

Hasta que, el misericordioso apodado por Tom, giró un poco su cuerpo y observó al pobre Omega por última vez.

Es un regalo— terminó de aclarar el asunto y le dedicó una brillante sonrisa. Hasta que de repente apareció un autobús colectivo, donde se estacionó en su parada, insinuando a Tom que estaba en un punto de transporte y que el hombre alto ya estaba dentro del mismo autobús sentado en un banco.





La lluvia continuó sin cesar, pero Thomas observó con atención cómo el transporte avanzaba y desaparecía en la neblina. Siguió tomando el paraguas que era de un color verdoso, pero elegante, y sin nada más que hacer aprovechó para irse a casa torpemente. El viaje fue corto.

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⏰ Última actualización: Jan 18, 2021 ⏰

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