Entre el manto de tus brazos

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Lavé mi rostro con la límpida y gélida agua del arrullo. En mi hombro llevaba un conejo al cual recién acabo de quitarle la vida, lo até con una cuerda cerca de las alforjas donde guardo hortalizas recién cosechadas y luego trepé hasta la silla de cuero que estaba en la cima del lomo del caballo.
—¡Vamos Ciro! —dije tomando las riendas, para luego sentir el trote suave de la semejante bestia que Tommy nos regaló en el pasado cumpleaños de Dina.

Transitando por el sendero lodazal del cual se desprende el arrebol de los charcos provocados por la llovizna del día anterior.
Los dientes de León son llevados por el soplido migratorio del ciclón. El sol trepa por el horizonte, cambia las estrellas con luz nueva y silencio.

Me detuve, observé la obra más gigantesca del arquitecto universal... la sinfonía de la vida transmitida por la naturaleza.

Me bajé del caballo, me senté en una piedra y saqué mi diario.

A los ojos sin mirada, no hay parques hermosos.
Al corazón sin latencia... no es más que un cuerpo sin alma.
El tiempo pasa y yo sigo sintiéndome como un mounstro
Mi corazón sólo se llena si...

—¡Mierda!... no estoy inspirada —Cerrando así el viejo diario. Me levanté y miré por última vez a la vida en su máxima expresión. Sin más, recobre el camino hasta mi hogar.

 Sin más, recobre el camino hasta mi hogar

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Otra vez se me hizo tarde.

Amarre a Ciro, bajé las cosas y entré por la puerta.
—¿Dina? —Sólo se escuchó mi voz haciendo eco en las paredes de la casa...

—Aquí arriba —Escuché un grito que aparentemente provenía desde nuestra habitación.

—Traje lo que me pediste... —dije haciendo alusión a las especias y al conejo.

—!Ven!

—Tengo hambre, ¡cocinate algo mujer! —dije bromeando.

—Si no vienes, ¡no cocinaré un carajo! —Eché un gran suspiro.

Dejé el despellejado pedazo de carne en la nevera y me dirigí a los peldaños de la escalera. Ya había notado algo raro al ver un sendero de grosellas, tulipanes y lirios.
Me percaté de que la puerta tenía claveles en las aberturas y al adentrarme, la habitación estaba adornada completamente de blanco, desde las diáfanas cortinas hasta las sábanas donde reposa Dina circunvalada de pétalos de carmín.

—¿Q-que pasa? —pregunté atónita ante semejante paisaje.

—¡Oh!, nada, solo me caí en la cama... desnuda —Dijo levantándose y desvelando su cuerpo despojado de todo tipo de tela.

—¡Diablos! —Se acercaba coqueta con sus silenciosos pasos descalzos por la moqueta algodonada, hasta que llegó y aprisionó mi cuello con sus brazos, para posterior cortar distancias y embocar sus labios con los míos.

—Te amo tanto —Me decía en un suave murmullo y después lamió mi mejilla.

—Yo también te amo Dina —Mis manos se despegaron de los bolsillos del pantalón y las llevé hasta la suave piel de sus caderas.

Con sus ávidos dedos desabotonaba mi camisa y su cálida lengua se paseaba por mi oreja, susurrando: —. Eres perfecta— Empezó a libar mi cuello, bajando poco a poco, quitando del camino la camisa que estorba el periplo de sus calientes labios que anhelan viajar por todo mi cuerpo. Llegó a mis caderas, bajando la bragueta con sus dientes y dejando caer los pesados jeans. Ahora solo hay una fina tela entre su boca y mi intimidad.
—Te noto ausente —dijo de pronto y luego repartió un combo de un sinfín de besitos en mi entrepierna.

—¡Ah!... ¿A q-que te r-refie-¡Ay!... —No podía silenciar mis gemidos que salían amortiguados con chillidos y suspiros.

—Ultimamente te vas y me dejas mucho tiempo sola... deseandote en una cama destendida por toda la mañana —Entonces sacó la última prenda, insípida tela rosada más húmeda que rocío matinal. —Me encanta cuando usas estas bragas —Después sentí un beso, una cálida y vibrante sensación que erizó hasta la mínima fibra de mi trémulo cuerpo. Mis piernas flaquean ante el ardiente, garbo y etéreo movimiento de su boca sobre mis labios inferiores, ocasionando que me deje caer en la cama. Ella trepó por mi abdomen, rozando un beso en mi seno izquierdo.
Entrelazó nuestras piernas y entonces fue ahí que conectó nuestros sexos, que se abracen, que se besen, que se amen. Chocando los bríos que envuelven nuestras arqueadas espaldas que se mueven al unísono de nuestros gemidos. Una ferviente pujanza venía tras otra, como si las mariposas de nuestros vientres se estén masajeando mutuamente.
Mirándonos como si nadie más nos viera... basándonos con otro gusto, otro sentimiento más profundo que indaga nuestro lado más humano.

Es el puro arte de amarnos.

Es el puro arte de amarnos

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(...)

—Ay Dios... me haría adicta a esto — Mirandome fijamente con sus penetrantes iris acaramelados y enarbolando de lado la sonrisa más hermosa que había visto en alguien.

—Adoro verte sonreír.

—Yo adoro estar junto a tí — Un leve rojizo se tornó en sus mejillas y hundió su rostro en mi pecho.

Acariciaba lentamente sus pómulos con las yemas de mis dedos. El telón de sus párpados tocaban el suelo de sus pestañas inferiores y yo admiraba que su graciosa belleza enmudecida, pueda envolver con su indeleble quietud a toda mi vida.

Entonces, saqué nuevamente mi diario, mirando el escrito de hoy... y añadí

Mi corazón sólo se llena, si está al lado de mi amada.

Mi corazón sólo se llena, si está al lado de mi amada

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Nota de la autora

Okay, quiero resaltar que éste capítulo es más improvisado que mi nacimiento.

Espero que les haya gustado, no es de lo mejor pero los momentos Diellie siempre valen la pena.

Abrázame (~°-°)~

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Moral Panic |I The Last Of UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora