La corona de pétalos

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El castaño de su cabello se torna rojizo ante la solana. El niño que carga, juega con sus mechones pelirrojos, envolviendolos en su rostro simulando un flequillo desordenado.
—JJ... ¿qué haces? —preguntó al ver un extenso mechón suyo cayendo por la cara de su pequeño. Algo que no le sienta mal—. Pareces una patata emo.

El viento lame con su lengua lisa el descampado. Barriendo la broza que migra de esquina a esquina, arremolinandose sobre el árbol que tiene dibujado un corazón y tres siglas, una D por la izquierda, un + situado en medio, la E surcando por la derecha y abajo de ambas letras tiene escrito JJ.

—Hoy hace un buen día —Dijo la chica cerrando los ojos, sintiendo el armonioso soplo cruzando por el páramo y chocando en su rostro—. ¿Vamos a ver que hace mamá? —le preguntó al chiquillo que al escuchar la palabra "Mamá" estalló en risas—. Tomaré eso como un sí.

De vuelta a su hogar, cruzó por un arbusto frondoso. Un jazmín del cabo, propietario de unas hermosas flores blancas, impolutas y relucientes desde el sépalo, con volutas ligeramente amarillentas en las puntas del pétalo y el estigma era tan celeste como el cielo.
La castaña —ahora pelirroja por la luz del sol— se quedó aniñada viendo las flores. Sin más dilación arrancó cuidadosamente una, la tuvo entre sus dedos, pasando suavemente las yemas por el filamento. JJ estiraba las manitos hacia el arbusto —¿También quieres una? —Preguntó arrancando otra flor para entregársela—. Un regalito para mamá. Se lo merece.

Entonces volvió su caminata a la casa.

(...)

Sacudió la tierra de sus botas en la entrada y sin más, cruzó por la puerta, encontrándose con la música a todo volumen.
—Mamá está de fiesta.
Dejó sus calzados en el suelo de madera y con sus calcetines rosados pisó la moqueta. Suave algodón que abraza los pies.
Caminó por la sala de estar, destinandose a la cocina, buscando a su amada que por sorpresa... no estaba.
—¿Dina? —La llamó pero debido al alto volumen de la música, posiblemente no la habría escuchado.
Se destinó a su habitación... donde, probablemente ahí se encontraba la morena que tanto buscaba.

Y acertó. Al atravesar el marco de la puerta —que estaba semiabierta— Vio a la muchacha apoyada en el filo de la ventana de cortinas blancas que se alzan por la fresca ventolera. Su pie chocando intermitentemente el zócalo de roble dorado, meneando suavemente la cabeza al son de la música. Su cabello negro y rizado bajando hasta sus ojos. Perlas brillantes y acarameladas que posan su vista en el paisaje que se forma atraves de ese cuadro de mirada hacia afuera. Se acercó y la abrazó por la espalda.
—Hola... —le susurró a la oreja, besó su mejilla. Miró por la ventana y también se hipnotizó con aquel paisaje. El sol uniéndose con el riachuelo, la mangata diurna se forma en el agua en aquel horizonte violáceo.

—Me tranquiliza —dijo Dina sintiendo la suave brisa.

Tras un breve silencio—. JJ te trajo un regalo. ¿No es así bebé? —el "papitas" estiró su manita con la flor que anteriormente habían recogido de aquel arbusto.

—¡Oh! ¿Para mí? —dijo tomando dicha flor.

—Sipi... yo también te traje una —sacó la flor, pero en vez de entregársela se la puso directamente en la oreja. Como antes se ponían el lápiz en el instituto insinuando que eran listos, o así parecen en los cómics. Pero la flor quedaba totalmente distinta a un lápiz, obviamente, con el lápiz "resaltaba" la inteligencia —o simplemente eran unos completos papanatas disimulando su estupidez poniendo la viruela del lápiz en su oreja—. Pero con el quebradizo pedúnculo verdolaga. Sobresaliendo la trompa de la blanca flor por el hélix, desviándose casi hasta sus cejas... Dina era tan bella que le saca una sonrisa a cualquiera.

Moral Panic |I The Last Of UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora