La banca de olvidado blanco

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El manantial verde brota de la tierra marrón del parque. Prados vestidos de un prisma verde a juego con las copas de los árboles que bailaban alegremente al son de la melancólica melodía del soplo del viento.
Llevaba una hora esperando en ese banco de olvido blanco que ahora cubre la madera con su carcoma. Bajo el llanto de un sauce.
Una hora de espera, no porque su compañera ​no llegara sino porque ella había llegado demasiado temprano.
Su mirada escupió microlapsos que se abren en abanico hacia su relicario mental para descender al talismán de sus pensamientos y recoger el jazmín de sus recuerdos:
Una mañana de hace cientos de cierzos, corría muy similar a esta. Una joven de flecos sueltos y rojizos; caminaba con ojos entristecidos y aquellas pecas que inundaban su rostro fueron las mismas que llamaron la mirada de una morena que la observaba traviesa por el otro lado de la cerca.
Le parecía súbitamente hermosa, majestuosa, divina, elegante y a su vez le parecía deprimida. Como una flor de bellos pétalos encorvada. Ahí lejos iba su nuevo amor, un amor puro que jamás podría concretarse, pero que nacía de una ilusión sin límites y moría en la curva de sus dudas al pasar cerca de ella. Intentando asomarse, oler su perfume y susurrarle cuanto extrañamente enamorada se halla sin siquiera haber compartido nada; y que a su vez ella le responda con la voz que la morena siempre imagina le queda perfecta, un──: yo también ──que sabe jamás sucederá. Que triste, soñar y soñar para luego despertar y que nada de lo soñado sea real. Más ese amor que imagina desconsolada en aquella banca de olvidado blanco no existe y tampoco existirá. Ella lo sabe.

Pisando las hojas que lanzó marzo. Pisando el cuarto mes de un suelo de cuarzo. Pisando cada nervio que sale de su ser tristemente curvado y en un matrimonio de tacos gastados. Pisando los límites de un nuevo año y en cada huella que deja, en su memoria se refresca aquella tarde de hojas secas y el sol a contra luz iluminando la rojiza cabellera, esos dos prismas y aquellas pecas.

A veces también tiende a jugar cuál será su nombre real. ¿Qué nombre es tan perfecto como solo ella? Y con un suave murmullo deja escapar un juego de nombres acompañados de apellidos con los que intenta armar el rompecabezas de su verdadera identidad.

Pasó de ser una "ella" a ser más una: Martha, Valentina, Stefania ... pero ninguna le encajaba. Quién sabe cuál será su verdadero nombre.

Quizás hoy vuelva a soñar con ella.
Que pasea por el parque donde siempre la busca y donde siempre la encuentra. Fiel compañera de rutina en un paseo invisible, porque esa joven mujer de reflejos pelirrojos nunca se había dado cuenta de la existencia de su admiradora secreta, quien está satisfecha con solo verla. Besarla y tocarla serán caminos que tomará alguien muy afortunado y espera en su lejano romance que su gran amor -que compartirá su corazón con otra persona-, también logre sentirse plena. Había llegado a quererla tanto que en algún momento agradeció que ella misma estuviera sufriendo por ese gran amor y que este no cayera sobre esos delicados hombros que parecen haber cargado demasiado.

Miró su reloj, regresando al presente y este le marcaba media hora más tarde de lo que su querida desconocida siempre aparecía por estos rurales. Había estudiado su recorrido, sin mucho esfuerzo porque ese banco de blanco gastado era testimonio de cuántos poemas frustrados nacían del fruto de la escritura sin inspiración.

"Desconocida mía

Pequeña de brazos caídos.
Cuando el desliz de tu voz me halle
seré completamente feliz
y abandonaría mi vida
por vivir junto a ti.
Te abrazaría con mis llagas
así podría cicatrizar tu sonrisa
con el rojo de mis heridas.

Talvez te pintaría los labios
con el color de los míos,
tu no me conoces y yo no te olvido.
El carboncillo se quedaría en tu rostro.
Tu no me conoces y aun así,
siempre eres el reflejo de mis ojos.

Este banco recobrará antes su blanco
a que nosotras nos digamos algo.

Querida desconocida mía,
tu voz jamás la escuché
y aún así te amo."

Juega con sus dedos y la joven de rizos castaños no aparece ni apareció en toda la tarde.
La morena, cansada de esperar, se va, añorando ese mismo día de la semana siguiente volver a verla.
Pero no la próxima vez que aparecería, no la próxima y la otra menos.

"Cada lágrima que derramo,
es un coágulo que revienta
y forma en su rabieta un:
──Te extraño."

Malo. Malo. Malo. Cada letra que expulsa su tinta le parece repulsiva y su actitud se torna desesperada al no reencontrarla más en las tardes.

Llega la tarde en mitad de semana y la morena infaltable acude al parque esperando encontrar a su desconocida favorita. Entristecida vuelve caminando con la tristura entre las manos y la impotencia en su ser.

Un día se cansó y simplemente aceptó que jamás volvería a verla.

Los meses corrieron deprisa y un día, calcado al día donde la vio por primera vez. Regresó, si bien esperaba encontrarla (cosa que no pasó), venía a recitar palabras en silencio.

"Querida enamorada mía,
el tiempo pisa con prisa
y se va la vida.
Curiosa será la mía,
que te escribo cosas no sientes
y jamás sentirás.
Talvez guarde tu recuerdo,
pero logré matar tu ausencia en mi.

Espero que en donde estés,
tengas todo lo que hayas deseado
y lo que jamás me anime a darte,
aunque ni palabras hayamos cruzado.

Te extraño, pero hay algo que supera aquel fuerte sentimiento y es el pensamiento de que hoy estás mejor.

Adiós mi pequeña de brazos caídos,
estos fonemas caerán al olvido
y tú en la distancia, perfecta
aunque guardo el debido celo
por el que alguien te diga de esas pecas
algo que yo habría dicho.
──: Te quedan tan bellos.

Adiós divina aparición,
rezo a tus dioses por tu felicidad.

Hasta siempre"

Se marchó por donde vino, con el profundo sentimiento liberador y el pensamiento de jamás volver.

Cruzó el amplio camino deshabitado y antes de marcharse, decidió desviar al cementerio donde yacía su madre y donde le mentía a su esposo que venía cuando en realidad su camino se desviaba a su amor prohibido.

Rezó en silencio frente a la tumba de su madre. El día parecía abrirse y despejar aquellas horrorosas nubes grisáceas que bordaban los cielos.

Antes de recobrar su caminata hacia su hogar, una lápida pareció llamarle raramente la atención y era el nombre que llevaba... "Ellie" seguido de un apellido "Williams". Entonces recordó a su amada y pensó que ese nombre le habría quedado perfecto... sonrió ladinamente ante la idea ridícula que se le cruzó por la cabeza y sin más, se fue. Pensando y deseando, aunque se haya despedido, volver a verla ... aunque sea una vez y más bellamente que esta vez la encuentre sentada en ese pobre y olvidado banco blanco.

Moral Panic |I The Last Of UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora