LA ÚLTIMA ROSA DEL PORTAL

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PRIMERA PARTE.

Candice se encontraba entrenando como todos los días desde que a sus once años había salido de su hogar, cuando perdió a su familia y tuvo que dejar la penosa situación, en condiciones lamentables, Candice había sido la única sobreviviente del palacio White. Ella era una princesa, la mas pequeña. Si no hubiera sido salvada por Archie, Stear, Anthony, y su mentor Albert, sus ahora amigos, su situación hubiera sido una muerte segura. Había crecido en un lugar tradicional y creyente de culturas, liderada por el jefe Andrew. Desde aquella noche fatídica habían pasado ya once años.  Pero que ella recordaba como si hubiera sido ayer.

Once años atrás

Las conquistas territoriales a manos de rebeldes sucedieron en tiempos remotos. Era una pesadilla que en pleno siglo XXI, pudiese seguir existiendo. Era imposible de creer. La realidad era que existía. El Rey William White Ándley había tomado todas las precauciones posibles. Él monarca sabía que su territorio podría ser invadido en cualquier momento. Él bienestar de su poblado pequeño y lejano dependía del Rey William White Andley, así como todos sus habitantes. Pero sabía que sus tierras eran codiciadas por el enemigo, sus recursos de Petróleo y minerales; permitía ser una población productiva y próspera. Los Reyes eran bondadosos, justos, y se preocupaban por las necesidades de cada uno de los habitantes que vivían en el poblado. Pero la ola de violencia parecía no tener final, y a pesar de que el Rey, William White Ándley había hecho doblar la seguridad para mantener tranquilo a su reinado y evitar una invasión, la maldad y la crueldad de esos hombres no tenía límites. La justicia, grande y precavida no podría hacer nada para intervenir. Cada poblado que tuviera un Rey era responsable de sus leyes y su propio código penal. Las preocupaciones del Rey William White Andley se hicieron realidad más pronto de lo que el monarca hubiese esperado...

El viento encerrado arrastraba el aroma metálico de la sangre. La princesa Candice vio su vestimenta con unos ojos llenos de miedo, y dolor. El vestido que por la mañana era de color blanco perlado, había sido usado una sola vez; ese espantoso y trágico día, ahora estaba rasgado, sucio, y con manchas de sangre por los arañazos en su cuerpo que no había podido evitar, cualquiera pensaría que lo había sacado de un basurero, y usado para fregar los pasillos y salones de la realeza. Pues era verdad, La princesa Candice era la más pequeña de las tres hijas de los Reyes. La princesa Candice había recorrido pasillos y salones arrastrándose, para luego apegarse a las paredes de pasadizos. Pasadizos secretos que pocas personas conocían en el palacio, Candice rogó para que siguiera siendo un secreto, su vida dependía de esas, estrechas paredes, huecas y llenas de telarañas. Lo único que debía hacer ahora la princesa Candice, era encontrar una salida libre de peligro y sobrevivir. No podía confiar en nadie. Ni siquiera en sus propios guardias. En aquel momento la seguridad del palacio podía haberse aliado con el enemigo. Apesar de la corta edad de la princesa Candice sabía bien lo que tenía que hacer. Había sido la única que pudo escapar de los hombres que mataron a sus padres y a sus dos hermanas. Candice deseaba fervientemente pedir ayuda y escapar de una muerte inminente. Pero ahora estaba sola ante una situación desgarradora y rodeada de maldad. Era sensaciones que nunca habían formado parte de su protegida vida. Sentía el corazón golpeándole frenéticamente el pecho. Aún no podía creer lo que acababa de suceder. Su familia, Su padre, el Rey William White Andley, su madre, la Reina RosJazmíne White Andley: una mujer tan bondadosa con todo aquel que venía a ella, y sus dos hermanas mayores, La princesa Elisabeth, y MaryAnnie habían muerto, Y, ella lo había visto todo. Las imágenes, iban sumiendo a la princesa en una clase de shock, a medida que la adrenalina iba bajando su intesidad. La princesa Candice permanecía a la expectativa de cualquier movimiento o sonido por minimo que pudiera surgir a su alrededor. Candice había sido instruida en el manejo de la seguridad del palacio, aunque había detalles que por su corta edad y siendo mujer no conocía. Todavía era una niña, de tan solo once años y que acababa de quedar huérfana, conocía cada una de las compuertas traseras, que daban a los establos, el jardín, y los campos que se usaban para entrenamiento de la guardia real. Había un regimiento de hombres custodiando cada entrada o salida del palacio las veinticuatro horas del día todo el tiempo. El problema era que los enemigos habían matado a todos los que rondaban esas zonas, otros se habían vendido y aliado a los enemigos. Mientras Candice recorría los estrechos pasadizos sus fosas nasales percibía el olor a la sangre con mayor intensidad, el desagradable olor le empezaba a causar arcadas, Candice tubo que parar un segundo, antes de seguir avanzando con mucha cautela, pues no pudo más y devolvió los alimentos del desayuno,  evitando hacer un mínimo sonido que la delatase. Ahora era huérfana con el único afán de salvar su vida. Candice sabía lo que ocurriría si alguno de esos desalmados la encontraba, antes de matarla sabía lo que harían con ella, lo que inevitablemente vio que hacían en los cuerpos de sus dos hermanas, Candice no sabía si eso era lo que ocurría en una invasión para quedarse con el reino, como fue en su palacio. No importaba si tenía cinco, diez años o cien años de edad; la venganza y el odio no conocía límites, en especial un reino tan rico en recursos, como era el caso del pequeño reinado White, que había sido de su ahora muerto padre, El Rey William White Andley. Ahora Candice era la única princesa sobreviviente de la casa real White, sabía que tenía sobrevivir, porque sus padres y hermanas estaban muertos, y ella tenía que permanecer viva si quería vengar a su familia. No le gustaba la violencia, pero de ello dependía conservar el lugar que por derecho de sangre le pertenecía. Él reinado White, Ella era la tercera en la línea Candice tenía que descubrir quiénes estaban detrás de toda la desgracia que, a su corta edad todavía no era capaz de comprender.

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