epílogo

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la sala de interrogatorios del pequeño departamento de policía estaba apenas iluminada por el parpadeante fluorescente sobre la mesa de metal. el sonido del reloj de pared resonaba en el silencio pesado que llenaba la habitación. dos oficiales, ambos con expresiones marcadas por la fatiga y la incredulidad, revisaban los informes mientras el aroma tenue de cigarrillos flotaba en el aire.

el detective lee daehwi se frotó los ojos antes de repasar los documentos una vez más. hacía semanas que no dormía bien desde que aquel caso macabro había caído sobre sus hombros.

el más joven, jeon woong, un novato con apenas unos meses en la fuerza, parecía incómodo. su uniforme aún estaba impecable, pero su mirada reflejaba algo más que cansancio: era miedo. se removía en la silla, incapaz de estar completamente quieto.

—todas las víctimas... —la voz de woong sonó quebrada por la duda— fueron apuñaladas hasta la muerte.

daehwi levantó la vista del informe, cruzando los brazos sobre el pecho. su expresión era impasible, pero sus ojos, hundidos por las largas horas de interrogatorios y búsquedas fallidas, delataban que algo no encajaba.

—¿y el arma homicida fue encontrada? —preguntó con voz grave, casi como si no quisiera oír la respuesta—. ¿un cuchillo, tal vez?

woong tragó saliva. el silencio entre los dos pareció estirarse más de lo necesario antes de que respondiera.

—no... —su voz era apenas un susurro, como si temiera que las palabras que iban a salir de su boca fueran a invocar algo más oscuro—. va a sonar loco, pero... parece ser que usaron un par de tijeras de podar.

el contrario frunció el ceño.

—¿tijeras de podar? —repitió con incredulidad, soltando una risa seca y amarga—. no me jodas, woong. esto no es una película de terror barata.

—lo sé, lo sé... —woong bajó la mirada, pasando una mano nerviosa por su cabello—. pero el forense fue claro. todas las heridas tienen el mismo patrón... profundos cortes irregulares, desgarrados, ¡no hay duda!

daehwi apretó los puños mientras miraba por la pequeña ventana que daba a la calle. el viento movía las ramas de los árboles como espectros al acecho. a lo lejos, el sonido de las hojas secas siendo arrastradas por el asfalto acompañaba la escena lúgubre.

—dime que hay algo más —continuo hablando daehwi, sin apartar la vista de la ventana—. una pista, una huella... cualquier cosa.

woong negó con la cabeza, el sudor comenzaba a recorrer su frente, pero no era por el calor.

—nada... la mansión estaba... limpia. ni una sola huella, ningún rastro de quién pudo haberlo hecho.

resopló, empujando el informe hacia el centro de la mesa.

—maldita sea —murmuró, apretando la mandíbula—. ¿y el chico? ¿eunsang?

—no recuerda mucho. esta en shock. según el informe psicológico, repite cosas sobre un tal hombre de las tijeras... pero no puede darnos detalles claros, solo fragmentos. cualquier cosa que viera, está... bloqueada. fue el único sobreviviente a aquella noche en la mansión lim, después de todo.

daehwi se levantó, comenzando a pasearse por la sala en círculos. el suelo crujía levemente bajo sus botas.

—¿quién demonios haría algo así?

—ducen que hay historias... sobre esa mansión. cosas que nadie puede explicar, desapariciones, asesinatos antiguos. tal vez... —tragó saliva woong, dudando si debía continuar—. tal vez no es solo un asesino más, daehwi.

sin girarse, soltó un suspiro cansado.

—las historias son solo eso, woong. historias.

el reloj dio la medianoche, y ambos hombres intercambiaron una mirada. el caso había llegado a un punto muerto, pero la sensación de que algo más oscuro y profundo seguía suelto no se iba. como una sombra invisible que se negaba a desaparecer.

woong cruzo una mirada con daehwi y asintió lentamente, sus manos temblorosas cerrando el expediente. el eco del reloj y el viento en las ramas fueron los únicos sonidos que acompañaron a los dos al salir de la sala.

kim donghyun, un oficial que no había intervenido en la conversación, se quedó solo revisando los informes esparcidos sobre la mesa una vez ambos compañeros se marcharon. ajustó su silla, el chirrido del metal resonando en la silenciosa habitación. mientras revisaba el expediente, intentaba convencerse de lo que había escuchado; tijeras de podar... la idea era absurda. fantasías, rumores, historias que la gente inventaba para darle sentido al horror que no podían entender.

dejó el expediente sobre la mesa y se recostó en la silla, frotándose el puente de la nariz con dos dedos.

—historias... eso es todo lo que son —murmuró, recordando lo que daehwi dijo, dejando escapar una risa nerviosa.

justo cuando estaba por apagar la luz, un sonido inesperado le hizo detenerse en seco. un chasquido metálico. apenas perceptible al principio, como algo moviéndose a la distancia. donghyun se tensó, enderezándose en su asiento.

—¿qué demonios...?

susurró, su corazón comenzando a latir más rápido, y el sonido volvió. esta vez más claro, más fuerte. era un clic-clac rítmico, que parecía venir del pasillo oscuro. algo metálico, moviéndose lentamente, algo que se abría y cerraba con un eco perturbador.

donghyun se levantó de golpe, el sudor frío comenzaba a formarse en su frente. se dirigió hacia la puerta con pasos rápidos pero cautelosos, intentando controlar su respiración acelerada.

—¿woong? ¿daehwi? —llamó con la voz entrecortada, aunque algo en su interior sabía que no eran ellos.

nadie respondió.

de nuevo, el chasquido. más cerca esta vez, resonando por el pasillo vacío.

él sintió un escalofrío recorrerle la espalda. sus dedos temblaban cuando llevó la mano a su cinturón para desenfundar el arma, y en un agil movimiento apuntó hacia el pasillo oscuro, su vista fija en la penumbra que parecía observarlo de vuelta.

—es solo mi imaginación —se dijo a sí mismo en un susurro, intentando convencerse—. son solo historias.

y lo escuchó otra vez, mucho más nítido. clac... clac... clac. las sombras en el umbral se movieron, alargándose. algo se aproximaba.

retrocedió lentamente, el arma temblando en su mano. de repente, el sonido cesó y un silencio absoluto cayó sobre la oficina.

donghyun tragó saliva, intentando controlar el pánico. pero justo cuando iba a dar otro paso atrás, una figura emergió de las sombras, con un par de tijeras de podar abiertas, brillando a la luz parpadeante.

sus ojos se abrieron de par en par y el terror lo paralizó.

antes de que pudiera gritar, las tijeras se cerraron de golpe con un último y mortal clac.

la torre del reloj   |   bdcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora