2033
Era una simple joven de tan solo dieciocho años cuando recorrí el Atlántico por primera vez con mi padre y mi hermano, Jack y Elliot. O, en otras palabras, mis personas favoritas en el mundo mundial. No solo era fanática del mar, sino también de los barcos. En mi infancia, pasaba mi tiempo libre en el Muelle Cairnryan, al sureste de Glasgow, junto a papá, observando y deseando un día poder navegar en uno de esos. A pesar de ser escocesa y vivir rodeada de mar toda mi vida, principalmente en Gales, mi padre no quiso regalarme un barco hasta que cumplí la mayoría de edad. Yo ansiaba el poder navegar, así que su regalo de graduación fue que mi papá se comprara uno. No era mío, pero sí para mí. Por otro lado, Elliot no era fanático del mar, ni de los barcos. Su rostro gritaba que iba a vomitar en cualquier momento y no se alejaba de los bordes, por si acaso.
Jack se sorprendió cuando elegí este océano. Estábamos cerca de Gales, o para ser más específicos, habíamos pasado hacía unas horas por el Canal de San Jorge, y nos dirigíamos hacia el sur por el Mar Céltico. Él pensaba que no iba a querer seguir, que iba a querer regresar poco después, pero era todo lo contrario. Tenía una meta. Luego de investigar sobre el Triángulo de las Bermudas, descubrí que no eran las únicas islas misteriosas, había otra. Solo que de esta se sabía aún menos, y eso solo me motivó aún más. No creía encontrarla, no me iba a decepcionar si no pasaba. Sin embargo, cada vez que veía un pedazo de tierra, mi corazón se aceleraba.
Pero mis esperanzas de encontrarla se desvanecieron junto con la paz y la armonía del mar. Tan solo habían pasado unas cinco horas desde el comienzo del viaje cuando el clima comenzó a alterarse y las olas a levantarse. El barco cada vez se movía más y el pánico invadió todo mi cuerpo mientras corría por las escaleras para encerrarme dentro del él, pero enseguida recordé que no estaba sola. Regresé a la proa para ir en busca de mi familia y así quedarnos abajo, protegidos, pero ellos estaban intentando sacar el agua con baldes, en vano. Les grité todo lo que podía, pero no me escucharon, la tormenta era demasiado ruidosa. Me acerqué a ellos intentando no caer, los tomé del brazo a ambos y ellos me miraron enojados.
—¡Ve abajo! —me gritó mi padre.
—¡Juntos o me quedo aquí!
—¡Anna!
—Padre... —murmuré mientras les rogaba con la mirada.
Jack y Elliot se miraron antes de ceder y tirar los baldes para luego seguirme hacia lo que sería el refugio. No estaba realmente segura de qué tanto nos podía proteger, pero tenía unas vagas esperanzas de que iba a ser suficiente para seguir con vida.
El barco cada vez se movía más y más, y yo comenzaba a marearme.
—Pase lo que pase, estoy muy orgulloso de ustedes —dijo papá con tristeza en la mirada.
Elliot y yo nos miramos el uno al otro y luego a Jack, quien, por primera vez, se veía asustado. Lo abrazamos fuertemente, deseando que ese no fuera el último.
—Vamos a estar bien —aseguró mi hermano—, los tres.
Quería llorar, pero tenía que ser fuerte.
De repente sentí un gran golpe y el barco comenzó a moverse brutalmente. Este se dio vuelta, dejándonos debajo del agua, el cual nos arrastraba de manera brutal. Estábamos en constante peligro, a la merced del mar. Comencé a perder la consciencia lentamente y dejé de luchar contra la marea, la cual no tenía piedad sobre nosotros.
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La Isla del Destino © #1 [ COMPLETA ]
Fantasia¿Y si te dijera que existe una isla donde las decisiones que tomaste en el pasado te convierten en algo más? Todo aquel que se atreva a pisar esta desconocida isla tendrá que aceptar su destino, o el karma. Un día llega alguien nuevo que, sin quere...