ESPECIAL: Owen

148 27 16
                                    


MÚNICH, ALEMANIA. 9 DE AGOSTO DE 1946

Todo aquello que alguna vez había estado de pie, ahora estaba en el suelo, destrozado. La mayoría ya no teníamos un techo, un horno o una cama. Todo aquello que alguna vez habíamos anhelado con alcanzar, ya no existía. Ya no podíamos ir a contemplar aquellas obras de arte en el museo, ni lograr columpiarnos tan alto que sentíamos que llegaríamos a tocar las nubes, y mucho menos, disfrutar una cena en familia.

Nos solíamos quejar de que el pan era caro, luego de que era escaso, y ahora, ya no nos importaba cuánto había o cuánto salía, con tal de tener. A ese punto llegas cuando lo pierdes todo, ya no te quejas, tan solo ruegas y rezas.

Las calles estaban casi vacías, silenciosas. Las bombas habían dejado de caer desde hacía un año y las reconstrucciones ya habían comenzado. Las esperanzas volvían poco a poco, pero los corazones rotos por las pérdidas, nunca se arreglarían. La cantidad de hombres caídos se hacía notar día a día. Madres que hasta no dejaban de llorar, niños desesperados por encontrar a su hermano mayor y perros esperando a su mejor amigo.

Lo único que le daba color a los días grises era un circo que había aparecido hacía dos meses. Nunca tuve ganas de ir, hasta que vi los carros que transportaban a los animales pasar por delante de mí. Entre todas aquellas hermosas criaturas, había un león, el cual me miraba fijamente. Ese felino, con una simple mirada, había logrado que me animara a ir, y así lo hice. Seguí los carros hasta que llegamos. La carpa era roja, blanca y gigante. Fui hasta la entrada y compré una entrada. El show iba a comenzar en diez minutos, así que aproveché para observar mi alrededor. Había muchos niños y madres, y pocos hombres. Intenté no pensar en ello, aunque aún era algo muy difícil de aceptar. El circo parecía ser una gran idea, era una manera rápida y fácil de distraer a las familias, y para que de paso pasen un buen rato.

Nos hicieron ingresar cinco minutos antes de que comenzara la función. Fui una de las últimas en entrar, pero logré conseguir un asiento en la primera fila. En cuanto comenzó, un enano llamado Tim apareció en triciclo junto con un elefante, el cual tenía un sombrero y una pelota en su trompa. También empezó a sonar música de fondo. El elefante le pasaba la pelota al enano mientras este andaba en el triciclo y viceversa. Al poco tiempo hicieron una reverencia y se retiraron, a lo que todos aplaudimos. El siguiente acto era el de un león junto a su domador. Era un hombre rubio y alto, el cual tenía algunas cicatrices en sus brazos así que supuse que era un excombatiente, o el león era difícil de domar.

—Bienvenidos al Circo Alemán —dijo sonriendo—. Yo soy Daniel y él es Leo —señaló al león, el cual estaba sentado junto a él—. Sí, no tenemos demasiada imaginación para los nombres.

Reímos.

—Muy bien, comencemos —se alejó un poco del animal y se paró frente a él—. Dudo que se estén preguntando qué es capaz de hacer ya que tengo un aro más grande que el león, pero, aun así, lo explicaré: primero pondré el aro a su misma altura para que lo atraviese cómodamente, poco a poco comenzaré a subirlo y él comenzará a odiarme.

Volvimos a reír.

Y eso fue exactamente lo que pasó, pero cuando estaba por dar el cuarto salto, a casi un metro y medio del suelo, se distrajo. Comenzó a correr hacia mí y me quedé paralizada, asustada. No sabía qué hacer. Los niños y las madres que estaban junto a mí salieron corriendo, pero el león nunca llegó a tocarme. Su domador lo agarró cuando estaba a centímetros de distancia y largué todo el aire que había estado conteniendo.

—Eso estuvo cerca —murmuró, serio—. Lo siento tanto, ¿estás bien?

Asentí lentamente, pero el shock no duró mucho ya que cuando vi sus zapatos, empecé a reír.

La Isla del Destino © #1 [ COMPLETA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora