Capitulo 7

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~Seguí al conejo blanco, y al acercarme más de lo que debía, caí dentro del tronco encontrando un mundo mejor que el mio~ Antonio Martínez

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~Seguí al conejo blanco, y al acercarme más de lo que debía, caí dentro del tronco encontrando un mundo mejor que el mio~ Antonio Martínez

Corría con tanta fuerza que la vista se me nublaba con cada golpe de las ramas en mi rostro. Belmont y Fleur iban delante de mi. Necesitaba quitarme la ropa mojada o pronto me daría un resfriado. Con cada paso que daba mi familia iba quedando cada vez más lejos. Solo podía pensar en su seguridad, en la familia que mi hermano se merecía tener, aunque yo no fuera parte de ella. Al voltear la mirada y ver el camino detrás de mí, caigo chocando el rostro contra la tierra húmeda.

—Amber —Fleur corrió hasta mi—. Vamos, levántate.

Me pongo de pie sujetando el pequeño brazo de la niña. Belmont cargaba el cuerpo de su hermana muerta y no podía hacer mucho por mi. El camino se me hizo largo, hasta que por fin nos detuvimos en un tronco hueco que reconocí al instante. Observe el agujero por unos cuantos segundos, y me pregunté si el conejo blanco aún estaría dentro, tratando de ocultarse de que dos pequeñas niñas lo atraparan.

Mi mente volvió al pasado y mi corazón grito de dolor. Lyly, donde estas. Si tan solo hubiéramos encontrado alguna parte de ti, algo que nos dijera que aún vives. Levante la cabeza para evitar llorar.

—No retengas tus lágrimas —Fleur me miraba fijamente—. Es parte fundamental para sanar lo que nos duele.

Le mostré una sonrisa y deje que el sentimiento saliera por sí solo.
Belmont dejó el cuerpo de su hermana aún costado del agujero y se acerco hasta nosotras.

—llegó la hora. Fleur, iras primero. Cubre el cedro hasta que todos hayamos cruzado el portal —me miro a los ojos—. Amber, iras de segunda.

Sin decir una sola palabra observe como ambos se colocaban los gorros de sus capas. Belmont separo sus manos y las apuntó hacia el pequeño hueco. El orificio creció mientras los ojos de belmont se tornaban más rojos de lo normal. Crecía y crecía con algo de rapidez. El hueco estaba tan grande como para que una persona pudiera entrar. Bajo sus manos, tomó nuevamente el cuerpo de su hermana y asintiendo con la cabeza la pequeña Fleur desapareció en la oscuridad del tronco.
Aún tenía miedo de todo lo que estaba pasando en las últimas horas. Mire el tronco por un instante y luego a Belmont.

—Es tu turno —no me moví—. Todo estará bien, Fleur te esperara del otro lado.

Frotando la palpa de las manos con la punta de mis dedos comencé a caminar hasta el tronco. Cerré los ojos, respire profundo y me deje caer. Caía con rapidez y podía sentir como las raíces rosaban todo mi cuerpo. El cabello me volaba por todo el rostro y solo veía oscuridad por todas partes. Un destello azul cielo me hizo cerrar los ojos con fuerza y de repente sentí que mi espalda choco con tierra firme. Mantenía la vista cegada y la voz de Fleur me tranquilizó.

—Todo esta bien —me tomó del brazo para ayudar a levantarme—. Lo haz hecho excelente.

Mire a mi alrededor y pude ver un gran roble totalmente seco. En el centro, un hueco que lo atravesaba de lado a lado. Cruce mis brazos y quise retroceder unos cuantos pasos antes de que Fleur me jalara hacia ella.

—Ten cuidado.

Si hubiera dado unos pasos más hubiera caído de un gran acantilado hacia el mar. Entonces observe con claridad todo el paisaje. El árbol se encontraba en un acantilado. El cielo tenía colores vibrantes. Una mezcla de azul, morado, rojo y naranja. El viento soplaba con un leve aroma a vainilla. Los árboles eran más grandes de lo normal, y a la distancia se apreciaban unas pequeñas casas de las cuales salía humo de las chimeneas. Pero mis ojos se quedaron asombrados al ver un castillo de gran tamaño. En unas pequeñas colinas, del otro lado de lo que parecía una aldea, estaba ese hermoso palacio. Curioseaba y Curioseaba, sin darme cuenta que Belmont ya estaba a un lado mío cargando con su hermana.

—Esto es hermoso —dije sin quitar la vista del paisaje.

—Era aún más hermoso cuando no estábamos en guerra —mencionó la pequeña Fleur.

—Amber, bienvenida a Garland, la tierra de los dones —exclamó Belmont con voz firme.

Mire su rostro sonriente. Le daba orgullo saber de donde provenía, o al menos eso demostraba en su semblante. Inhale, me acomode el cabello y me prepare para lo que fuera a encontrarme en este lugar...

Erase Una Vez-Después Del Final FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora